(2) CALLE CLOVERFIELD 10, de Dan Trachtenberg.

EL BÚNKER DEL HORROR
Lejos de mostrar signos de agotamiento, el cine de catástrofes sigue conservando su capacidad de sorprender al público. Esta afirmación viene avalada por el estreno de Calle Cloverfield 10, película producida por el incombustible J. J. Abrams que supone una atractiva aproximación al género no tanto por el qué sino por el cómo, es decir, aquí lo importante no es el escenario apocalíptico en el que pululan los personajes sino cómo estos se relacionan y se enfrentan a un contexto aterrador, enmarcando la acción en el claustrofóbico espacio de un búnker antinuclear desde donde se guarecen del hipotético peligro.
Sin duda, las mayores virtudes de la opera prima de Dan Trachtenberg es el ágil manejo del suspense, el uso brillante del fuera de campo como elemento intensificador del terror y el hecho de que no enseña hasta el desenlace de la historia la verdadera naturaleza del cataclismo, manteniendo la incertidumbre al espectador sobre la condición de la protagonista —una consistente Mary Elizabeth Winstead interpretando a una joven que huye física y psicológicamente de una relación avocada al fracaso— encerrada en aquel estrecho y aséptico lugar: ¿ha sido salvada por un buen samaritano o realmente está secuestrada por un amenazador chiflado? La ambigüedad moral del dueño del refugio —un titánico John Goodman capaz de ser malvado y bondadoso en un mismo plano que encarna a un granjero obsesionado con excéntricas paranoias sobre el fin del mundo— y la carencia absoluta de información sobre lo que acontece en el exterior —¿es real la hecatombe o se trata de una gran mentira concebida para mantenerla presa?— permite prolongar las dudas razonables de una joven que se despierta dentro de un austero búnker, estando obligada a convivir con sus dos misteriosos habitantes.
Por la ingeniosa gestión de las limitadas dimensiones del escenario y por la concisa pero efectiva descripción de personajes recuerda poderosamente a la reciente La habitación (2015) de Lenny Abrahamson, pero por el tratamiento psicológico del terror —que casi linda con la locura— alude a Take Shelter (2011) de Jeff Nichols. En Calle Cloverfield 10 destaca una dirección precisa y astuta que privilegia la interacción de personajes, lo que permite el lucimiento de los actores en unas notables interpretaciones.
Paradójicamente, en el mismo instante en que se revela la causa del aislamiento de los tres personajes y, por tanto, el armazón narrativo propio del thriller es sustituido al instante por el tono característico de la ciencia-ficción, el relato se empobrece al poner fin al juego de equívocos y confusión desarrollado hasta entonces y adoptar los cánones narrativos habituales del género, intentando infructuosamente imitar las producciones hollywoodienses sin alcanzar sus medios técnicos ni económicos.
También debo advertir al lector de que su alusión en el mismo título a Monstruoso (2008) es engañosa ya que apenas existen coincidencias temáticas ni narrativas entre ellas. Puro marketing.
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