(3) ANOMALISA, de Charlie Kaufman y Duke Johnson.

LA ODISEA EXISTENCIAL DE UN MOTIVADOR PROFESIONAL
La revolución digital acaecida en el ámbito de la animación, especialmente en su faceta más hiperrealista explorada en Final Fantasy: La fuerza interior (2001), Polar Express (2004), Beowulf (2007) y Cuento de Navidad (2009) alertó a algunos agoreros que predicaron el fin del cine en imágenes reales, previendo que el oficio de la interpretación estaba prácticamente en peligro de extinción. La buena noticia es que, todavía hoy, la realidad virtual no ha sustituido al gremio actoral, si bien algunos géneros requieren de la tecnología para representar en la pantalla personajes y escenarios que no existen de verdad. Lo malo, viendo esta joya animada de Charlie Kaufman y Duke Johnson, es que no hace falta que el dibujo animado sea hiperrealista para expresar una amplia gama de expresiones, sentimientos y emociones… quiero decir: en buenas manos un muñeco puede ser tan humano como un actor de carne y hueso. Ostras, Pedrín.
Tras el polémico y desconcertante debut en la dirección con Synecdoche, New York (2008), el célebre guionista de Cómo ser John Malkovich (1999), Adaptation (El ladrón de orquídeas) (2002) y ¡Olvídate de mí! (2004) vuelve a demostrar su particular visión cinematográfica con un sobrio pero emotivo relato animado que, sirviéndose de la técnica del stop-motion, destila toda la complejidad humana narrando la odisea existencial de un hombre gris, triste y aburrido incapaz de conectar con los demás, a quienes apenas distingue su voces y sus rasgos faciales. Lejos de desatar, viendo su trayectoria profesional, su vertiente más onírica, Anomalisa es una obra con fondos realistas y formas clásicas que recrea el declive personal de un escritor de libros de autoayuda, que rememora su último pasaje romántico cuando percibe ya el ocaso de su existencia. Esto sirve de excusa para desplegar una honda reflexión sobre la crisis de una madurez mal asimilada, sobre las oportunidades perdidas y sobre la fugacidad del amor.
Presentado en el pasado festival de Venecia, donde se llevó el Premio Especial del Jurado, Anomalisa se ubica a años luz de la animación comercial. No solo por renunciar a las fórmulas habituales del género y sus típicos ingredientes de acción, aventura y entretenimiento liviano. El film desconcierta por la descripción intimista de sus personajes, a quienes retrata realizando actos de lo más ordinarios: bebiendo alcohol, pidiendo que le sirvan comida en la habitación del hotel, fumando, meando y haciendo el amor… todo ello con una naturalidad pasmosa. De hecho, la secuencia de sexo es una de las más verosímiles, enternecedoras e impactantes que recuerdo por la ausencia de derivas dramáticas o impúdicos remilgos a la hora de reflejar lo cotidiano.
Hay, sin embargo, un punto de desconexión con la realidad. Un momento en el que al protagonista se le cae parte de su rostro, revelando su condición de autómata. ¿Una realidad encubierta, al estilo Matrix, o una metáfora del impersonal estilo de vida que llevamos en la era moderna? Todo vale para provocar la cavilación del espectador.
Leave a reply
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.