(2) LA VERDAD DUELE, de Peter Landesman.

CUANDO EL DEPORTE ES NOCIVO PARA LA SALUD
Más allá de las hiperbólicas superproducciones hollywoodienses que ha protagonizado, el actor Will Smith siente predilección por los papeles que personifican la dignidad, el sacrificio, la superación personal y las gestas de personajes enfrentados al sistema. No es baladí, viendo sus inquietudes sociales, que se esté planteando seriamente dedicarse a la política. Lo ha demostrado en varias ocasiones: en En busca de la felicidad (2006) encarnaba a un padre coraje que logra salir adelante con su hijo tras quedarse en paro y perder su casa; en Siete almas (2008) interpretaba a un buen samaritano que decide ayudar de forma altruista a personas en dificultades; y ahora en La verdad duele, basada en un artículo publicado en GQ de la periodista Jeanne Marie Laskas, recrea la vivencia real de un médico forense de origen nigeriano que descubrió una patología llamada encefalopatía traumática crónica (ETC) que estaba directamente asociada a la práctica de algunos rudos deportes, concretamente el fútbol americano.
Emparentado con películas del tipo Acción civil (1998), Erin Brockovich (2000) o Tierra prometida (2012), La verdad duele es la versión estadounidense de un cine llamémosle “social” que denuncia los abusos del sistema frente a los indefensos, en este caso los jugadores del citado deporte que empezaron a padecer estremecedores cuadros patológicos resultado de los innumerables golpes en la cabeza sufridos durante su carrera profesional. Muchos de ellos acabaron suicidándose. Legítimamente solicitaron ayuda a las autoridades deportivas pero se toparon con la indiferencia, cuando no la total oposición, de la National Football League (NFL), que no quería ver mermados sus ingentes ingresos en un negocio que mueve en Estados Unidos miles de millones de € cada año.
El doctor Bennet Omalu demostró científicamente lo que los ejecutivos y accionistas no querían reconocer, en definitiva su responsabilidad ante el creciente número de casos de ETC. Es por ello que recibió el insulto y la descalificación a través de llamadas anónimas, sufrió numerosas amenazas veladas institucionales, fue investigado por el FBI por su estatus legal —recordemos que era extranjero en USA— y fue destituido en su trabajo por la presión mediática alcanzada.
A pesar de que en La verdad duele fastidia el tono hagiográfico de relato, la insulsa trama sentimental apenas rezuma credibilidad y la omnipresencia de Will Smith se hace pesada —el film está pensado para el lucimiento del actor, revelando unas aspiraciones de reconocimiento no satisfechas en la próxima edición de los Premios Oscar— no se anula la potencia ni el calado de la historia. Un acto de admirable valentía en estos tiempos de capitalismo corporativo.
Por lo demás, La verdad duele se sitúa en una escala intermedia. No destaca pero tampoco suspende. La película de Peter Landesman, un periodista reciclado a cineasta, está correctamente realizada, narrada con acierto, cuenta con un buen equipo actoral y su factura técnica es buena. Entretiene y sensibiliza a la vez, algo que no todo el mundo consigue.
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