(3) LA CORONA PARTIDA, de Jordi Frades.

EL JUEGO DE TRONOS HISPANO
Al parecer, el éxito de audiencia de dos rimbombantes series de TV ha impulsado en España el interés por el drama histórico: Isabel, inspirada en la vida y obra de la reina Isabel I de Castilla; y Carlos, Rey Emperador, centrada en la trayectoria política de Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico. Concebida como un relato-puente entre ambas, La corona partida indaga en la pugna por el poder entre Fernando II de Aragón “el Católico” y Felipe “el Hermoso” tras la muerte de la reina católica, con la legítima heredera Juana de Castilla en medio de las intrigas palaciegas, víctima del ninguneo de su padre y de su esposo que no dudaron en declararla demente para justificar y reforzar sus manifiestas ambiciones personales.
Dirigida por Jordi Frades y escrita por José Luis Martín, la película profundiza en este conocido episodio histórico alejándose de los aspectos más morbosos de la relación enfermiza, tan apasionada como destructiva, entre Juana “la Loca” y Felipe I de Castilla, asunto que trata tangencialmente, para dirigir la atención hacia las maniobras políticas de ambos soberanos para apoderarse de la corona castellana. Y aunque la trama y su desarrollo no alcancen la osadía de la serie estadounidense Juego de Tronos, basada en la serie de novelas Canción de hielo y fuego del escritor George R. R. Martin y emitida cadena HBO, contiene aceptables dosis de thriller, drama y acción como para entretener al público masivo al que va dirigido.
La corona partida resulta un largometraje intachable desde el punto de vista técnico, cuya bella factura se manifiesta tanto en el destacable diseño de producción, su minuciosa ambientación y puesta en escena, una fotografía muy cuidada y un vestuario/maquillaje que merece reconocimiento. En el apartado artístico es necesario subrayar el excelente trabajo actoral de sólidos intérpretes, algunos retomando sus papeles de las citadas series españolas, como Rodolfo Sancho, Irene Escolar, Raúl Mérida y Eusebio Poncela, y otros que se incorporan al reparto como Silvia Alonso, Ramón Barea, Fernando Cayo o José Coronado.
El film recoge el tétrico episodio que contribuyó a agrandar el apodo de Juana por su supuesta incapacidad mental. Fallecido súbitamente su marido en Burgos por beber abundante agua fría tras un intenso esfuerzo físico, corriendo el rumor jamás evidenciado de que su suegro lo había envenenado, la viuda organizó un estremecedor cortejo fúnebre de camino a Granada inmortalizado pictóricamente por Francisco Pradilla en 1877, en un famoso óleo sobre lienzo titulado Doña Juana la Loca que es recreado en pantalla con sorprendente afinidad.
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