(2) DEADPOOL, de Tim Miller.

DELIRANTE GUIÑO AUTOPARÓDICO DE MARVEL
Es tal la cantidad de películas que trasladan conocidos superhéroes del cómic a la gran pantalla —y las que vendrán—, concretamente aquellos procedentes del universo editorial Marvel y DC, que deberían englobarse ya en un género específico. Desde aquí reivindico su propia catalogación, pues pueden compartir ingredientes del thriller, de la aventura o de la acción… pero atesoran un elemento característico: la figura sublimada del superhombre, un ser humano —bondadoso o malvado— dotado de extraordinarios poderes que lo hacen único entre mortales. Una idea concebida en la mitología greco-latina, envuelta durante el medievo de matices teológicos, dotada de un corpus político y filosófico en la edad moderna y actualizada en nuestros días con abundantes brochazos de cultura pop.
Muchos empiezan a renegar comprensiblemente ante tanta saturación, pero los gerifaltes de los estudios saben que la legión de frikis va a seguir consumiendo todo lo se le eche y todavía nos encontramos en una fase de expansión del negocio. En términos humanos, la temática superheroica acaba de cumplir su mayoría de edad con el desarrollo del efectismo digital a niveles de realismo aceptables y la todavía reciente simbiosis empresarial entre el cómic y el cine, dos medios de comunicación que han vivido de espaldas muchas décadas y es ahora cuando empiezan a vislumbrar las infinitas posibilidades de explotación comercial.
Ahora bien, se percibe en el ambiente que este neo-género superheroico puede estar dando signos no de envejecimiento, pero sí de madurez. Ya hay sobrados títulos cuya calidad lo dignifican —la trilogía de Batman de Nolan, las dos entregas de Los Vengadores, Watchmen (2009), X-Men: Primera generación (2011), etc.—, pero ante la avalancha de producciones el espectador empieza a ser selectivo al exigir algo más que la simple repetición de moldes prefabricados. Y ahí entra la parodia.
Deadpool no es novedosa en ese sentido, porque se adelantaron el guionista Mark Millar y el dibujante John Romita Jr con su novela gráfica Kick-Ass, adaptada al cine en dos entregas: Kick-Ass: Listo para machacar (2010) y Kick-Ass 2: Con un par (2013). Esta obra tiene el mérito de ser la primera parodia digna —no cuento aquí la mítica serie TV de los 80 The Greatest American Hero y nada que ver con bodrios como Superhero movie (2008)— que transgredía el típico relato de superhéroes bajo la premisa de qué pasaría si los hubiese en el mundo real. Estos films irrumpieron en el mainstream como un soplo de aire fresco, destacando por su estética rompedora que recordaba el origen gráfico de su referente, una hábil combinación de humor y violencia así como una desmitificación de las superproducciones protagonizadas por héroes de las citadas franquicias.
La presente película, dedicada al personaje creado por el artista Rob Liefeld y el escritor Fabian Nicieza cuya primera aparición se produjo en New Mutants vol.1 #98 (1991), es un guiño autoparódico del Universo Cinematográfico de Marvel (UCM), un mundo en expansión que ya es consciente de la necesaria diversificación de productos y de la cultura “tebeística” y fílmica de un público cada vez más instruido. Deadpool no es un peso pesado del Universo Marvel tradicional, pero se ha hecho un hueco en los corazones de los lectores aficionados a las aventuras gráficas de este mercenario bocazas y se ha integrado con soltura en la misma “realidad” que los X-Men, los Vengadores y los Guardianes de la Galaxia. Y lo hace siendo fiel al origen y a la caracterización del citado personaje en los tebeos de la editorial estadounidense: Wade Wilson es un curtido soldado de las Fuerzas Especiales escogido por los responsables de un programa secreto para activar genes mutantes despertando así habilidades especiales en él con el propósito de convertirlo en un activo letal bajo sus órdenes, pero se subleva y asume el oficio de mercenario freelance. Este antihéroe destaca por su locuacidad comunicativa, siendo constantes las referencias a la cultura pop y su recurso al humor negro, y por su tendencia a romper la cuarta pared, esto es, mirar a cámara y dirigirse al espectador, lo que es utilizado para crear un efecto cómico añadido.Ryan Reynolds borda al personaje, le ha encontrado el punto pasota y zafio pero con un firme sentido de la Justicia. A lo largo del metraje suelta algunas frases lapidarias sobre sus anteriores trabajos metido en coloridos trajes de malla, concretamente su participación en la discreta Green Lantern (2011) o su pequeño papel de un Deadpool alternativo e irreconocible en X-Men orígenes: Lobezno (2009). Incluso se menciona a sí mismo, cuestionando la calidad de su técnica interpretativa sugiriendo que ha trabajado gracias a su aspecto físico.
El argumento de Deadpool no es de una complejidad shakespeariana. Ni mucho menos. Se resume en un simple acto de venganza, tras haber sido convertido en un engendro a pesar de dotarle de fuerza, agilidad y velocidad sobrehumanas, contra sus torturadores que no dudaron en aplicar dolorosas terapias de choque para despertar sus poderes mutantes latentes. Y hay una trama romántica que, la verdad, no pega ni con cola. Pero se agradece su tratamiento desenfadado y transgresor, que se aleja de lo políticamente correcto. Sin embargo, lo mejor del film es lo bien introducido que está en la lógica marveliana, con constantes alusiones a personajes y acontecimientos pertenecientes a ella, lo bien hilvanado que está todo. La participación de Coloso y su becaria Negasonic, dos integrantes de los X-Men, garantiza la cohesión que pretende darle la filial cinematográfica de Marvel a todas sus películas, aunque he echado de menos alguna alusión más como por ejemplo a Iron Man, al Capitán América o a Hulk.
Concluyendo, Deadpool no conviene tomarla en serio. Es un pasatiempo que solo los entendidos y los aficionados al UCM en general y al personaje en particular van a disfrutar como niños comiéndose un caramelo. Para el resto, una mayoría silenciosa que pasa de los cómics y de la temática superheroica, se la traerá al pairo. Personalmente, como aficionado y coleccionista de cómics desde los 14 años —DC primero, Marvel después— me hizo gracia el descaro con que el cine ha trasladado estos queridos personajes a la gran pantalla. La estrategia de crear un colosal serial cinematográfico que recoja el vasto patrimonio gráfico de esta compañía editorial estadounidense continúa a ritmo lento pero constante. A ver dónde acaba esto.
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