JOSÉ LUIS GUERÍN: “EL RETO DE HACER PELÍCULAS ES MOSTRAR LO DE SIEMPRE PERO DESDE UNA PERSPECTIVA INÉDITA”.

El director José Luis Guerín (Barcelona, 1960), uno de los cineastas más representativos del llamado “cine de autor” en España, estrena película. Y como es habitual en él, La Academia de las musas transita al margen de los convencionalismos de la industria del cine. El realizador de Innisfree (1990), En construcción (2001) y En la ciudad de Sylvia (2007) elabora aquí una profunda reflexión sobre el origen de la música y de la poesía, así como de la invención del amor a partir de trovadores y poetas medievales. Estrenada en la última edición del Festival de Cine de Locarno y galardonada con el Giraldillo de Oro en el pasado Festival de Cine Europeo de Sevilla, La Academia de las musas narra la historia que gira en torno a una clase en la que un profesor italiano devoto de la literatura y la cultura greco-latina crea una especie de sociedad secreta con sus alumnas en la que se intenta regenerar el mundo a través de la poesía. Me reúno con él para charlar un rato sobre la película.
¿Cómo surge la idea del film?
Lejos de ser una decisión firme que tomé un día, La academia de las musas se fue construyendo poco a poco, con la misma libertad con la que un escritor desarrolla una novela: un día redactas, otro descansas; una semana le dedicas mucho tiempo, otra la guardas en un cajón… Fui invitado por una comunidad literaria formada por un profesor y un grupo de estudiantes que tenía deseos de hacer cine. Les ofrecí la posibilidad de desarrollar una ficción y empezamos a crearla. Un día me percaté de que tenía material para hacer un largometraje.
Partiendo de un argumento muy sencillo se despliega una ambiciosa elucubración sobre numerosos conceptos filosóficos y artísticos. ¿Hay un profesor frustrado en tu interior?
(Risas). Qué va. No pretendo sentar cátedra ni ser didáctico aportando enseñanzas sobre la vida, el arte y la naturaleza. Pero es cierto que están relacionadas. No obstante, además de las reflexiones que intercambian los personajes, aparecen otros temas solapados que me interesaban mostrar: las pugnas de poder, las manipulaciones, los juegos de seducción, los celos… que tienen alcance universal ya que nos afectan a todos. Todo está relacionado con la literatura pero que al mismo tiempo trasciende lo literario.
En ese sentido se trata de una película muy dialéctica.
Su diseño está basado en una confrontación constante de réplicas y contrarréplicas. Los personajes están continuamente hablando en primeros planos. También se da dialéctica entre el rodaje y el montaje. Como no tengo un guión previo me voy nutriendo del material que voy grabando. En el montaje voy viendo la densidad de los personajes y la solidez de las situaciones creadas. Progresivamente se va escribiendo el guión definitivo, a posteriori.
Eso se percibe en la libertad con la que se mueven los personajes. No eres un director que los controla a su antojo sino que te limitas a registrar sus movimientos y sus conversaciones.
Intento evitar la actitud de un cineasta moralista, que juzga a los personajes. Eso no quiere decir que yo no tome partido. Creo que es visible la distancia que existe entre el director que soy yo y el profesor protagonista de La academia de las musas. No existe ningún personaje que me represente. Ni quiero que lo haga. En el cine clásico era normal que el héroe encarnara los valores del cineasta. Prefiero dejar ir a los personajes para a ver dónde me llevan. Me gusta verlos crecer.
Tu cine, ¿cuanto más sencillo más hermoso?
(Risas). Es verdad que siempre he evitado los argumentos extravagantes. El reto de hacer películas, para mí, es mostrar lo de siempre pero desde una perspectiva inédita. Redescubrir lo más cotidiano y normal de una manera completamente nueva. Me interesa crear un conflicto de una nimiedad, de una simple anécdota. Pero ni soy un poeta ni un semiótico. La expresión de belleza la dejo para otros artistas.
Nuevamente te mueves en la tenue frontera entre la ficción y el documental. Y dentro de la ficción juegas a cambiar de género.
Es cierto. Comienza con un tono humorístico y acaba más melodramático. Empieza con la apariencia de un documental y acaba como una ficción estilizada. El profesor, su mujer y las estudiantes son realmente quienes son. El resto es inventado. Y aunque no son actores profesionales son grandes actores porque logran transmitir emociones y sentimientos. No hubieran podido hacer un Macbeth o un Hamlet pero a partir de una realidad cotidiana pudieron llevarlo al terreno de la ficción. Los admiro. Respecto a los géneros, si pretendo representar la realidad tengo que alejarme de las formas convencionales de representarla en el cine.
¿No concibes la ficción sin un enfoque documental y un documental sin elementos ficticios?
Yo busco otras formas de contar historias. De ahí que mi filmografía haya sido una alternancia. Un crítico me hizo ver que mis películas impares me salían de ficción y las pares me salían documentales. También me dijo que unas me salían sumamente silenciosas y otras sumamente parlanchinas. Y es cierto que cuando hago una película documental trato de aprovecharme de lo que he aprendido haciendo ficción y al revés, cuando hago una ficción me gusta renovar la dramaturgia y salirme de lo convencional.
¿En qué se diferencia de tus obras anteriores y en qué se parece?
La academia de las musas sería como el reverso de En la ciudad de Sylvia. Si en esta la musa es silente, pasiva, desconoce su condición de musa y es el personaje masculino quien idealiza desde la distancia y el desconocimiento de quién es el personaje de Pilar López de Ayala, en el presente film las mujeres adoptan, cada una en su estilo, la posición de musas para reformar el mundo influyendo en unos hombres ciegos y animalizados. A diferencia de En construcción o En la ciudad de Sylvia, en La academia de las musas las conversaciones de los personajes se suceden unas a otras en un diálogo permanente que no deja casi un segundo de respiro al espectador. Es un canto a la palabra filmada.
No es una película fácil de ver… ¿Cómo ha reaccionado el público al verla?
De lo más diverso. En todo caso mejor de lo esperado. (Risas). Me ha causado una gran sorpresa porque es una película muy modesta. Técnicamente la defino como un soliloquio porque la he hecho prácticamente yo solo. Prácticamente con una cámara doméstica, sin director de fotografía, ni eléctricos ni sonidista. No he pretendido disimular la escasez de recursos. Exhibe sus limitaciones y no quiere parecer otra cosa que no es. Aún así creo que es la película que más he vendido a nivel internacional: Francia, Japón, Portugal, Estados Unidos… El público no es tonto, es más, pienso que como mínimo es tan inteligente como yo.
No contar con ninguna ayuda o subvención para realizarla es un gran mérito en estos tiempos que corren…
Eso ha sido una decisión personal mía. Esta película sólo es posible así, sin ningún compromiso con nadie. No era mi intención hacer un film comercial, aunque inesperadamente está siendo más popular que las anteriores.
¿Cuál es, según tu experiencia, la labor del cineasta?
Cada vez entiendo más lo que me mueve a dirigir películas: descubrir historias. Pero tengo que hacer la película para poder descubrirla, y no al revés. Me dejo sorprender por lo que descubro al ser espectador de mi propia película. Hago películas para descubrir algo que necesito compartir con el público.
¿Te sientes un rebelde?
Es público y notorio que no me siento muy identificado con el cine de masas. En cierta manera sí me considero un caso singular. Afortunadamente no hace falta depender de grandes productoras para hacer buenas películas. Eso puede ser un estímulo para la gente joven. Creo que hacer hoy en día el cine que me interesa es un acto de resistencia frente a unas estructuras empresariales que dirigen la industria. En este panorama, los directores que no estamos en esa dinámica actuamos en rebeldía.
Pau Vanaclocha
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