(3) LA GRAN APUESTA, de Adam McKay.

LA MAYOR ESTAFA DE LA HISTORIA
Algunos líderes de opinión, presuntos expertos en la materia, intentan difundir la idea de que la interminable crisis económica que padecemos todavía hoy es una especie de fenómeno atmosférico o desastre natural, una suerte de arbitraria fatalidad que inesperadamente apareció de la nada. En absoluto. Su tesis responde, sin duda, a taimados intereses ideológicos y económicos. Por el contrario, el presente cataclismo financiero tiene un origen humano causado por una ambición desmedida, impulsado por unas circunstancias deliberadas que favorecieron su desarrollo y cuyas perversas consecuencias afectan especialmente a las clases más humildes mientras que las élites privilegiadas apenas la han notado.
Existen intentos previos de explicar la Gran Depresión actual en la gran pantalla, con resultados desiguales, destacando las recientes Inside Job (2010), The Company Men (2010), Margin Call (2011) y El lobo de Wall Street (2013). En todos ellos, pero especialmente en el documental de Charles Ferguson, se resalta como germen de la situación actual el triunfo del neoliberalismo a nivel global, una corriente capitalista radicalizada que defiende el individualismo a ultranza y la liberalización total de la economía —desregularización; libre circulación de mercancías y capitales; flexibilización laboral; privatización de empresas públicas reduciendo el papel y el peso del Estado en beneficio del sector privado—. El resultado de esta versión salvaje del capitalismo nos ha llevado al darwinismo social, a la “ley de la jungla” aplicada a las relaciones entre individuos y empresas. El desmadre ha sido perfectamente descrito en los films de John Wells, J.C. Chandor y Martin Scorsese: la explotación del trabajador, el desempleo, las injusticias sociales crónicas, la desigualdad institucionalizada, la especulación y el enriquecimiento indecente a costa del sufrimiento de la mayoría. Al final, los grandes damnificados de tal libertinaje han sido, como siempre, las clases trabajadoras.
Pero ¿Cómo se llegó a esto? Sencillo: todos ganaban. Los bancos, las agencias de calificación, las sociedades de capital riesgo, los fondos de inversión, las instituciones financieras, las autoridades económicas, las corporaciones, las grandes fortunas, etc. obtenían suculentos beneficios arriesgando los ahorros de millones de personas en activos tóxicos sustentados en hipotecas dudosas… El inevitable estallido de la burbuja inmobiliaria y financiera se produjo porque ya no se pudo ocultar más esa sucesión de comportamientos carentes de toda ética y de cortapisas legales. Nos despertamos súbitamente del sueño, convertido en pesadilla: el extraordinario ciclo expansivo de las décadas anteriores tenía cimientos muy endebles basados en mentiras y engaños.
La gran apuesta aporta un nuevo punto de vista de la hecatombe, la de aquellos pocos visionarios que previeron las nefastas consecuencias de aquel delirio financiero y supieron aprovecharse de la situación apostando en contra de aquellos que se lucraban de la situación. Michael Burry, Mark Baum, Jared Vennett, Ben Rickert son los valientes que, cuales David contra Goliat, osaron enfrentarse a los poderosos. Basado en el libro de Michael Lewis —que a su vez está basado en hechos reales—, el film explica que el credit cruch de 2008 fue detectado y, por tanto, pudo haberse evitado. Y si no se paró a tiempo fue porque no hubo voluntad de hacerlo. Es, pues, la mayor estafa de la Historia. Así de claro.
Narrativamente, La gran apuesta es una mascletà de secuencias unidas en un frenético montaje paralelo. Se sigue las andanzas de cuatro personajes que se atrevieron a desafiar al sistema en su propio terreno. Con ellos, el espectador va descubriendo la magnitud del desastre. Todos ellos respiran veracidad porque son tridimensionales, no héroes de una pieza. Y casi todo gracias a los buenos actores que los encarnan, de entre los que destacan los pesos pesados Christian Bale, Steve Carell, Ryan Gosling y Brad Pitt. Su estilo es sobrio y pulido, ya que no hace falta detenerse en florituras debido al interés de su argumento. Más que correcta factura técnica.
Reconozco que al principio me costó seguir la narración ante esa fragmentación del relato y la abundante jerga financiera utilizada, con esos conceptos económicos pomposos que parecen serios y rigurosos pero que esconden eufemismos de fraudes clásicos. Creo que el espectador no instruido puede perderse fácilmente, a pesar de que la historia se detiene en varias ocasiones para facilitar su comprensión con ejemplos.
A pesar de ello, La gran apuesta acaba difundiendo su mensaje. Uno que pone los pelos de punta. Hemos rescatado bancos con nuestro impuestos, hemos nacionalizado sus pérdidas. Y lo más sorprendente: una sola cabeza de turco, uno que pasaba por allí, ya que los auténticos responsables siguen sin dar explicaciones. Ya hay indicios de que surgen nuevas burbujas, la especulación no se detiene. No tenemos remedio.
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