(2) MAGGIE, de Henry Hobson.

AMOR DE PADRE EN CONTEXTO APOCALÍPTICO
El regreso de Arnold Schwarzenegger a la gran pantalla tras el paréntesis de su periplo político como gobernador de California, ya pasados sus años mozos, se produjo —como no podía ser menos— de la mano de su más célebre personaje, Terminator, y en otros films cargados de nostalgia que parodiaban el género de acción más ochentero, como la saga Los Mercenarios, El último desafío (2013) o Plan de escape (2013). Mientras algunos anunciaban prematuramente su jubilación, el tío Arnie reorientaba su trayectoria profesional a labores de producción e intentaba dar el salto a papeles menos ambiciosos pero de mayor calado dramático como el que nos ocupa. Y es que, paradójicamente, su reivindicación como actor ha venido en pleno declive físico y en una modesta producción de serie B que hunde sus raíces en el terror adolescente, sección apocalipsis zombi.
Parece mentira, por tanto, que el mayor esfuerzo interpretativo de su carrera se haya dado en esta opera prima del debutante Henry Hobson. Sin embargo, Maggie no es un capítulo más de The Walking Dead o la versión zombi de la saga Crepúsculo sino un melodrama paterno-filial sobre la enfermedad y la muerte de un ser querido. Nos encontramos ante una película que se aleja de los tópicos y clichés propios de su temática, centrándose más en describir el drama humano que envuelve el contagio y sus consecuencias personales y familiares. No hay épica, ni lucha por la supervivencia. Más que sangre y vísceras… hay miradas y silencios, ternura y melancolía, dolor e impotencia.
En Maggie, Schwarzenegger encarna a un granjero, padre abnegado, cuya querida hija adolescente es infectada tras ser mordida por un zombi. Debe asistir al progresivo tránsito de lo humano a lo monstruoso en una sociedad post-apocalíptica que no se ha desintegrado, ya que ha aprendido a manejar, sin llegar a erradicar, la plaga mortal. Aquí el zombi no es un ser terrorífico venido del más allá, sino un enfermo que siente y padece. Y el protagonista no es un héroe que lidera a la Humanidad, sino un padre coraje que intenta cuidar y mantener alejada a su hija de las autoridades policiales y sanitarias que quieren llevarla al matadero. Abigail Breslin interpreta eficientemente a Maggie, convertida en estigma de la enfermedad, que sufre la incomprensión y el rechazo de la población, antiguos vecinos, amigos y conocidos que ven en ella la encarnación del mal. Su vida se desmorona a la vez que se extienden los síntomas de su transformación, en las antípodas de la visión humorística y maniquea de Memorias de un zombie adolescente (2013).
Enfrentarse a la muerte de un vástago debe ser la experiencia más dolorosa y traumática para una persona. Arnold Schwarzenegger logra transmitir ese angustioso trance ante una cámara que lo acosa constantemente con primeros planos. Todo un desafío interpretativo que el actor austríaco-estadounidense aprueba con buena nota.
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