(1) JOY, de David O. Russell.

LA REINA DE LA FREGONA
De las seis películas de David O. Russell que se han estrenado en Valencia, fueron acogidas con especial benevolencia sus discretas y postreras El lado bueno de las cosas (2012) y La gran estafa americana (2013), éxitos de taquilla a los que habrá que añadir ahora Joy gracias especialmente a un amplio reparto en el que destacan Jennifer Lawrence, Robert de Niro e Isabella Rossellini. La película es, en cierto modo, un relato biográfico parcialmente inspirado en una mujer de clase trabajadora, residente en Long Island, que a base de ingenio y de constancia logró convertirse en rica y famosa con sus inventos y millonarias ventas de cachivaches para el hogar a través de una cadena de TV por cable. Fue una precursora de las llamadas teletiendas a partir de su primer acierto, una fregona, que inauguró su etapa dorada como empresaria, la que va desde 1990 a la actualidad.
El film no sólo es una apología de los emprendedores —que alcanzan el éxito, claro— sino también una loa a aquellas personas entregadas por completo a sus familias, en esta ocasión una bastante numerosa y desestructurada, apiñada en una pequeña casa, cuyas manías y anárquica convivencia evocan a las de no pocas telenovelas de procedencia estadounidense. Con abundancia de flashbacks, Joy narra las peripecias sentimentales y profesionales de la protagonista, Joy Mangano, desde que era una niña hasta que se convierte en madre divorciada, con un estilo que fusiona la comedia y el drama con un resultado que, a mi parecer, perjudica un relato que requería un estilo más definido y coherente.
Pero lo que más me disgusta de la película es su esquemática materialización del “sueño americano”, esa exaltación del esfuerzo individual, duro y constante, que lleva a alcanzar la riqueza y la felicidad pese a ocasionales errores y fracasos. La carrera hacia el triunfo en los negocios, sin olvidar nunca a la parentela seguramente de origen italiano, se presenta pues como el supremo ideal de una sociedad dominada por la férrea competencia y las batallas comerciales.
David O. Russell ha intentado hacer una película moderna e incluso brillante, con planos y escenas que buscan antes la originalidad que la funcionalidad narrativa, pero ni me convence el personaje de Joy como ejemplar matriarca y mujer de empresa, ni me gusta la tramposa llamada a la constante lucha por la superación personal ni, sobre todo, logro conectar con la filosofía de esa sociedad masificada y de consumo compulsivo que aquí nos presentan como un modelo a imitar.
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