(3) LA CALLE DE LA AMARGURA, de Arturo Ripstein.

NEGRO ESPERPENTO MEXICANO
El mexicano Arturo Ripstein recurre de nuevo a la fotografía en blanco y negro, utiliza a su actriz habitual Patricia Reyes Spíndola e ilustra otro guión original de Paz Alicia Garciadiego para mostrar las entrañas de ese país suyo tan querido pero tan lleno de espantos, en una modesta pelíucla en la que ejerce las funciones de productor, director y montador. Como en anteriores casos, Ripstein asume el estilo del folletón hispanoamericano para contar una historia de pobreza, de incultura y de violencia que sabe trascender para mostrarnos la desgraciada vida de unos seres que habitan un barrio degradado en el centro de la capital, en donde la tragedia es considerada un mero capricho del destino.
Pese a que los modismos mexicanos hacen poco comprensibles una parte de los diálogos, no es difícil relacionar el relato con el esperpento, acentuando las deformidades para alcanzar una mayor lucidez, ni reconocer la crueldad que ya nos propuso Luis Buñuel en ese fresco social que fue Los olvidados (1950). La marginalidad, la pobreza, los edificios desconchados e insalubres, los viejos e inválidos abandonados a su suerte, la presencia de dos populares enanos enmascarados luchadores de catch —a España llegó una avalancha de estos subproductos aztecas en los años 60—, los dos homicidios accidentales… todo parece construir una banal crónica de sucesos cuyo verdadero alcance resulta tan evidente como demoledor.
La calle de la amargura es un implacable testimonio de la existencia cotidiana de los perdedores, aquí unas familias con hijas adolescentes difíciles de encauzar, con maridos pervertidos sexuales y con ancianos sin futuro ni esperanza. Ripstein narra los sucesos con los medios estrictamente necesarios, con sobriedad y contundencia, aunque podemos adivinar en su mirada la enorme piedad con que contempla la soledad y la desgracia.
Leave a reply
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.