(3) THE ASSASSIN, de Hou Hsiao-Hsien.

VIOLENCIA Y SENTIMIENTOS
De la abundante producción cinematográfica del taiwanés Hou Hsiao-Hsien sólo se han distribuido comercialmente entre nosotros El maestro de marionetas (1993), Millennium mambo (2001), Tiempos de amor, juventud y libertad (2005) y El vuelo del globo rojo (2007), una muestra suficiente para poder considerarlo un cineasta de primera categoría.
Nos llega ahora un título de carácter legendario —ganador del premio al mejor director en Cannes 2015— que responde tanto a su afición desde niño a las novelas del género wuxia, correspondientes a luchas corporales y a espada, como a su descubrimiento de los relatos de ficción chuanqi en su época juvenil de estudiante, centrados en la vida cotidiana china del siglo IX —ritos, costumbres, vestuario, clases sociales…— pero sin obviar alguna alegoría poética, como aquí la del pájaro azul y el espejo. Este bagaje literario el realizador lo ha completado con una exhaustiva documentación sobre aquella etapa histórica y con la confesión de su profunda admiración por el cine japonés de samuráis —Kurosawa, Kobayashi, etc.—, fruto de una mirada filosófica y moral sobre estos guerreros profesionales del feudalismo nipón.
Tras un breve prólogo en blanco y negro —ubicado en el pasado—, la película regresa al presente y, de forma lineal, narra el declive final de la dinastía Tang cuando la heroína Nie Yinniang, experta en artes marciales, es comisionada por el emperador para eliminar a los gobernadores provinciales crueles y corruptos pero, especialmente, a aquellos que pretenden independizarse del poder central aprovechando el poder militar que les fue otorgado para vigilar las fronteras. La protagonista regresa así a su tierra natal, en la que fue secuestrada trece años antes, y el film muestra sus relaciones personales y familiares, sus recuerdos del pasado y sus encontrados sentimientos entre el deber y el amor.
Hou Hsiao-Hsien ha declarado su preferencia por los personajes femeninos y ha contado la historia de forma minimalista, sin apenas explicaciones, lo que puede plantear alguna dificultad a la hora de comprender enteramente la trama ya que, además, al cineasta no le interesan las descripciones psicológicas sino alcanzar un escueto realismo basado en situaciones, hechos y gestos tomados mediante largos planos-secuencia y desde una cierta distancia en planos generales.
Su cine se inscribe, pues, en una de las principales tendencias de la modernidad fílmica: la de una cámara fija contemplativa que deja en libertad al espectador y que produce unas imágenes de extraordinaria belleza, a modo de cuadros pintados por sensibles artistas, con una sucesión de estampas de gran plasticidad en las que se conjugan magistralmente las fotografías de bellos colores, los encuadres compuestos con un gran sentido estético y unos hermosos paisajes con montes, bosques y lagos de ensueño.
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