(2) NADIE QUIERE LA NOCHE, de Isabel Coixet.

DOS MUJERES EN EL DESIERTO HELADO
Los helados parajes de las tierras árticas evocan en el cinéfilo un reducido número de películas entre las que acuden a mi memoria el cortometraje Polo Norte (Buster Keaton y Eddie Cline, 1922), donde el famoso cómico hace de villano; el documental Nanuk, el esquimal (Robert Flaherty, 1922) sobre la vida cotidiana de un inuit, y Los dientes del diablo (Nicholas Ray, 1960), con el choque de dos civilizaciones, cada una con sus particulares normas y valores. Y ahora Isabel Coixet ha llevado al cine el guión de Miguel Barros Nadie quiere la noche, una historia de ficción rodada en durísimas condiciones climatológicas que inauguró el último festival de Berlín.
Su argumento resulta bastante inverosímil pero a la realizadora lo que de verdad parece haberle interesado es su dimensión humana y su alcance feminista así como la hermosa grandiosidad de los paisajes nórdicos. La protagonista es Josephine, encarnada por Juliette Binoche, una dama de la alta sociedad estadounidense que decide un día seguir con un trineo la ruta de su marido para compartir su gloria, el marino, explorador y geógrafo Robert E. Peary (1856-1920), que fue el primer hombre en alcanzar el Polo Norte en 1909.
Un relato, a mi parecer, algo sobrado de metraje —hay secuencias bastante redundantes que poco nuevo aportan al espectador— pero que destaca porque está concebido desde un punto de vista eminentemente femenino, no sólo porque Josephine y la esquimal Allaka ocupan la mayor parte de escenas sino, sobre todo, porque los sentimientos prevalecen sobre la razón y porque el romanticismo apenas deja lugar a la épica aventurera.
En el film hay un marco geográfico dotado de un fuerte dramatismo —tormentas de nieve, vendavales gélidos—, con el frío y el hambre —la falta de carbón y de comida combatidas con la quema de la cabaña y la matanza del perro— como circunstancias extremas que hacen casi imposible la supervivencia, pero la directora centra su atención en el acercamiento afectivo entre las dos mujeres —tan distintas pero unidas en el amor al pionero ausente—, la difícil y emotiva maternidad de Allaka, la devoción conyugal de la protagonista que le impide aquilatar las consecuencias de sus actos y el trágico dilema final entre salvarse unos pocos en el trineo o perecer todos en el intento de regreso.
Leave a reply
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.