DANIELA FEJERMAN: “ADOPTAR ES HOY UN ACTO DE HEROÍSMO”.

Daniela Fejerman cambia drásticamente de registro en su nuevo largometraje, el primer drama de su filmografía, para relatarnos qué traumática puede resultar un proceso de adopción. Partiendo de su propia vivencia personal y añadiendo experiencias ajenas, la guionista y directora argentina retrata el calvario de una pareja que viaja a un país de la Europa del Este para conseguir hacer realidad su sueño de ser padres. La adopción reflexiona sobre los obstáculos, las complicaciones y los dilemas morales que se encuentran los futuros padres en un dilatado proceso administrativo y judicial plagado de engaños y corruptelas.
¿Cómo surge la idea de La adopción?
De mi propia experiencia. Yo adopté un niño en Ucrania en 2009. Allí me di cuenta de que lo que estaba viviendo tenía unos tintes de relato kafkiano, con escenografía navideña incluída. Era el punto de arranque ideal de una película. Alejo Flah, mi coguionista, supo distanciarme a la hora de escribirla, añadiendo circunstancias y trances de otras parejas que se enfrentaron a este complicado proceso.
¿Entraste en contacto previamente con alguna asociación para documentarte?
Para componer el guión no, no me hizo falta. Curiosamente, el contacto con las asociaciones las estoy teniendo ahora. La verdad es que me están contando tantas experiencias personales que daría material para otra película.
Rodaste en Lituania, sin embargo la acción transcurre en un lugar indeterminado de Europa del Este. ¿Es voluntaria esta “deslocalización”?
Quería que La adopción narrara una historia universal, sin concretar países. Cada Estado tiene su legislación y no son comparables. Además, los grados de transparencia y seguridad jurídica varían según el caso. Y existe una tendencia global a endurecer progresivamente las condiciones de adopción. Es por ese motivo que deseábamos evitar a toda costa identificar el lugar donde transcurren los hechos. Traté de explicárselo insistentemente al equipo de rodaje lituano, para que no creyeran que estábamos denunciando los obstáculos y las corruptelas del sistema de adopción de su nación.
En esencia, el film retrata la odisea de una pareja española que desea adoptar un bebé. Y cómo la incertidumbre y la frustración hacen mella en su relación.
El estrés provocado por los interminables trámites burocráticos, la lentitud de las administraciones y, para embarrullar todavía más la cosa, los sobornos y las coacciones de los intermediarios y los funcionarios acaba con la paciencia y la estabilidad emocional de cualquier persona. Aunque existen cursos de formación para matrimonios que desean adoptar un/a niño/a, no se les puede preparar para enfrentarse a la burocracia. Y si además hay corruptela, menos. Los futuros padres adoptivos tienen que prepararse física y mentalmente para pasar por dificultades. Es un proceso que dura meses. No siempre salen las cosas bien.
¿No se ha pervertido el sistema? Las parejas sufren injustamente, pero los niños acaban siendo las verdaderas víctimas porque no se les encuentra padres.
Claro, eso tratamos de denunciar. Los sistemas de adopción internacionales aparecen con muy buenas intenciones. Existen muchas parejas desesperadas por ser padres. Desean cuidar, criar, amar a un/a hijo/a que no pueden tener biológicamente. Hay muchos niños abandonados, huérfanos o con padres incapaces de hacerse cargo de ellos en situación de desamparo. ¿Cuál es el problema? Entiendo que sean necesarias unas pruebas médicas previas, un meticuloso procedimiento de selección, un estudio escrupuloso de la idoneidad de las parejas para cada criatura… pero llega un momento que aparece el papeleo excesivo, los expedientes inacabables, los requisitos abusivos, la antipatía de algún empleado público, la arbitrariedad de algún superior que desea una gratificación ilícita, etc. Una adopción puede convertirse en un infierno para una pareja. El desgaste es tremendo. De hecho, no pocas parejas acaban rompiendo, pues surgen desencuentros, trapos sucios, reproches. Y eso es muy difícil de reparar. Debe entenderse el proceso de adopción como una prueba de resistencia. Lo hacen adrede para garantizar que los futuros padres lo van a ser el resto de sus vidas, se evalúa así el grado de compromiso y la solidez de la pareja, pero se pasan… Exigen demasiado a los solicitantes, ¿no es suficiente responsabilizarse de un bebé? Adoptar es hoy un acto de heroísmo. No es justo.
Aún así la gente se enfrenta, cual David contra Goliat, a esta dura prueba.
No quería resultar disuasoria. La adopción me parece una modalidad de maternidad maravillosa. Preguntando a muchas mujeres adoptantes me decían que ver mi película no les disuadía. No se arrepientían de lo que han hecho. Es más, algunas asociaciones me han comentado que La adopción es un material muy interesante para asesorar a los futuros padres. Para que sepan a qué se van a enfrentar.
Resulta curioso cómo evolucionan los protagonistas. Cada uno de ellos responde de una forma ante las adversidades y su relación pasa por muchos estados emocionales.
Todas las parejas que adoptan un bebé se enfrentan a la misma sensación, la sensación de pasar por una montaña rusa emocional. Pero cada persona reacciona de diferente manera. Ella empieza un poco más retraída, asumiendo un rol más pasivo. En un momento determinado pone su objetivo de ser madre por encima de todo, incluso de su marido y toma la iniciativa. Por el contrario, él comienza siendo la figura resolutiva, adoptando un papel mucho más activo. Y de pronto, ante la frustración por los escollos administrativos y trabas burocráticas empieza a desmoronarse, surgiendo leves arrebatos de violencia hasta caer en la melancolía y el desencanto.
Aún así, hay toques de humor y cierta compasión por los personajes. La adopción se aleja de derivas melodramáticas y mezclas drama y humor para suavizar la situación.
Pensábamos que los personajes necesitaban un poco de respiro. El proceso de adopción es largo. Se empieza con mucha ilusión, se aprovecha para hacer turismo, documentarte sobre el país del bebé que deseas adoptar. Hay momentos de risas. Pronto surgen los problemas pero en todo caso es progresivo. Se van solucionando cosas y vuelve la ilusión. Luego aparecen otros contratiempos y vas adaptándote a las circunstancias.
¿Y el Estado no ayuda, institucionalmente, a las parejas españolas que se van fuera a adoptar a un niño/a?
Se suele recomendar que las parejas visiten al personal diplomático del país al que se acude para adoptar. El cónsul o embajador suele atenderte y apoyarte en tu empresa. Pero nada más. Es fuerte decirlo, pero estás solo. No hay amparo o protección ante lo que pueda pasar allí.
¿Cómo fue trabajar con medio equipo lituano? ¿Fue un problema el idioma?
El rodaje fue como una torre de Babel. Los actores lituanos no sabían hablar español, ni francés, ni italiano. Se aprendían los textos y los recitaban sin saber qué decían, aunque me preocupaba por que supieran la traducción. Los ensayos ayudaron a crear un clima de colaboración y buen rollo que se plasmó en la película, sobre todo en las escenas menos dramáticas. Las escenas estaban muy trabajadas, así como el arco emocional de los personajes. Además me encontré con que los actores de allí tenían mucha experiencia teatral. Son muy sólidos.
Pau Vanaclocha
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