CESC GAY: “EL HUMOR ATENÚA LA GRAVEDAD DE LA VIDA”

El arte del buen morir: arreglar los asuntos pendientes, reconciliarse con el pasado, despedirse de los seres queridos. “The Show Must Go On”, como diría Freddie Mercury. Truman, el último film del cineasta catalán Cesc Gay (Barcelona, 1967) es toda una lección de vida… y muerte. Un emotivo, pero nada sensiblero, relato de despedidas entre dos amigos de la infancia, protagonizado por Ricardo Darín y Javier Cámara. El primero es Julián, un actor argentino residente en Madrid que padece un cáncer terminal irreversible; el segundo es Tomás, un profesor de Universidad en Canadá que regresa a su país para visitar a su amigo y darle un último adiós. Diálogos, gestos y silencios enriquecen una hermosa historia de amistad en un funesto contexto personal.
¿Cuál es el origen de Truman? ¿De dónde surge la idea?
Desgraciadamente hace años viví una vivencia similar a la de los protagonistas. Tuve que acompañar a un ser querido en su enfermedad y tras esa amarga experiencia empecé a escribir sobre el tema. Primero de forma anárquica, impulsiva, describiendo todo el proceso degenerativo de la afección. Pero también sobre mí y el resto de personas que cuidaron al paciente, centrándome en los sentimientos y las emociones que envuelven esos duros momentos. Aparqué el material y me dediqué a otros proyectos, como Una pistola en cada mano (2012), película de una temática muy distinta. Pasados un par de años retomé el asunto partiendo de un vínculo de amistad. Ese día encontré el tono de Truman, una mezcla entre drama y humor que muestra sin embargo el pudor y los silencios que surgen inevitablemente en esa trágica coyuntura.
¿Cómo se combina el trasfondo de la enfermedad mortal con las numerosas pinceladas humorísticas sin que parezca forzado o falaz?
Si te fijas, la vida es una amalgama de situaciones y sentimientos variados que se suceden constantemente. No existe el blanco o el negro puro en la naturaleza, sino que todo es una gradación de ambos. En un contexto muy triste puede surgir una nota de alegría, y viceversa. Un momento alegre y divertido puede enturbiarse en un instante por el dolor y la ira. Me resultan más creíbles los matices que las esencias.
¿Era tu intención inicial, por tanto, suavizar la dureza del argumento con dosis de comicidad?
Me salió así. No me gustan los melodramas desaforados y no me creo las comedias “buenrollistas” con un edulcorado happy end. Además, el humor es un elemento indispensable para no acabar deprimido ante la “gravedad” de la vida. Atenúa los obstáculos y sinsabores de la existencia. Es bueno reírse de todo, hasta de la muerte. Tiene efectos terapéuticos. Nuestros abuelos vivían sufriendo porque pensaban que estábamos aquí para sufrir. Afortunadamente nuestra generación ya no piensa así: estamos vivos y hay que disfrutar de ello.
De hecho no se nos educa para enfrentarnos con naturalidad a la muerte. ¿Cómo ha sido retratar este tema tabú en Truman?
Por circunstancias personales reflexioné mucho sobre la muerte. Y como dices, me di cuenta de hasta qué punto es una realidad “oculta” en nuestra sociedad. No estamos familiarizados con la muerte, cuando hasta hace poco estaba muy presente. Es por ello que la pérdida de nuestros abuelos y padres o amigos nos deja abrumados, sin palabras. Casi que ni lo esperamos, como si fueran a vivir eternamente. Tenemos tanto miedo a hablar sobre ella y tenerla cerca que incluso la arrinconamos en frías salas de hospital y la mayoría de las personas no están presentes en el instante del fallecimiento del familiar. Truman tiene la “osadía” de mirar a la muerte a los ojos y considerarla algo natural y cercano. Tú lo has dicho: la película trata con naturalidad algo que está ahí, forma parte de nosotros. Somos finitos, tenemos una fecha de caducidad.
Siempre has contado con muy buenos actores en tus películas. ¿Cómo lograste contar con Ricardo Darín y Javier Cámara en Truman?
Ya los conocía y tenemos además una buena amistad. Así que no hay mérito en ello. Les propuse participar en el proyecto y enseguida se apuntaron.
El personaje de Darín adopta una actitud muy valiente ante su desdicha…
Julián representa un sector minoritario de personas que ante la tesitura de sufrir un cáncer terminal irreversible abandona una falsa esperanza redentora dejando los agresivos tratamientos finales para disfrutar los últimos días con dignidad, haciendo la vida más normal posible. Además intenta arreglar los asuntos personales pendientes, que es algo que no todo el mundo hace.
Por el contrario, el personaje de Cámara actúa como lo haríamos la mayoría. En duelo constante, antes incluso de la ausencia del amigo…
Truman es narrada desde el punto de vista de Tomás. Los espectadores vamos con él, nos pasa lo que a él, que no somos capaces de expresar nuestros sentimientos. Le acojona el inminente final de Julián y no sabe verbalizarlo. De hecho, en muchas escenas es que ni habla. Es un mero testigo de las idas y venidas de Julián. Él escucha, mira. La procesión va por dentro. No obstante, por su amigo hace lo que haga falta y está ahí para ayudarle. Eso es lo que cuenta.
El tema de la amistad es omnipresente en Truman.
Sí, una de las cosas buenas de la amistad es que te sirve para ponerte los pies en el suelo. Los amigos te colocan en tu lugar aunque te moleste o te duela lo que digan. En ese sentido, es una relación basada en la sinceridad. Eso es lo que distingue la buena amistad y la amistad interesada. Los amigos son un apoyo fundamental en diversos momentos de la vida.
Pau Vanaclocha
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