(3) VICTORIA, de Sebastian Schipper.

UNA NOCHE AGITADA
Más que “lo” que cuenta —una chica española entabla relación en Berlín con una cuadrilla de jóvenes, se enamora de uno de ellos y acaba implicándose en el atraco a un banco—, Victoria tiene interés por constituir un poco usual ensayo cinematográfico basado en el “cómo” se cuenta todo un singular thriller en un solo plano. Hitchcock tuvo que empalmar los planos disimuladamente, con truco, en La cuerda (1948) porque los rollos de celuloide sólo permitían grabar entonces unos 10 minutos seguidos pero ahora, con el sistema digital, ya es posible prolongar el tiempo de funcionamiento de la cámara ampliando el depósito electrónico de imágenes. Aunque sospecho que, en esta ocasión, algunos momentos de oscuridad en este relato de más de dos horas también han sido aprovechados para detener el rodaje, descansar un poco y preparar los próximos escenarios antes de reemprender el trabajo.
Este cuarto largometraje de Sebastian Schipper (Hannover, 1968), actor, director teatral y autor de cortos, fue filmado con luz natural en parajes reales del barrio berlinés de Kreuzberg y ha cosechado varios galardones: el Oso de Plata en el festival de Berlín 2015, seis premios del cine Alemán y otros. Entre el final de una noche y el amanecer del siguiente día, la protagonista —la actriz Laia Costa—, una pianista de cafetería, se convierte en eje del relato y la cámara nunca la pierde de vista ya que, en la puesta en escena, apenas adquiere relevancia funcional la profundidad de campo.
En los manuales de cine se distingue el tiempo “real” —el periodo abarcado por la historia contada— del tiempo “cinematográfico” —la duración del film proyectado—, que en Victoria coinciden al no haber elipsis, así como se define el clasicismo como un estilo dominado por el montaje “analítico” de diversos planos, cuyo contenido, duración y ángulo creaban los matices expresivos de las imágenes. Con las actuales cámaras digitales, películas como Victoria son, al menos en apariencia, un ejemplo límite de montaje “sintético”, que antes se limitaba al uso de sucesivos “planos-secuencia” —mediante travellings, panorámicas, grúas, largos planos fijos, etc.— como en muchos filmes de Max Ophüls, Orson Welles o Luís Gª Berlanga.
Algunos críticos, sin embargo, ponen reparos a este último estilo narrativo por su artificiosidad formal y por constituir un “tour de force” esteticista que relega el fondo del relato —apoyado en personajes, conflictos, contextos y diálogos— en beneficio del ingenio creador a la hora de resolver difíciles problemas técnicos surgidos en la elaboración de cada producto audiovisual.
Otra pega que se esgrime ante los evidentes méritos de Victoria es la excesiva ingenuidad de la confiada protagonista en un barrio en el que, al parecer, la delincuencia juvenil y la crisis laboral son moneda corriente. La abundancia de “tiempos dramáticamente muertos” —revolucionarios en el cine de Antonioni de los años 50-60— ya no son novedad y han pasado a convertirse en partes integrantes de la estructura narrativa del cine moderno como expresión, más o menos banal o atractiva, de la existencia cotidiana. Sebastian Schipper, co-guionista y realizador, ha declarado que sólo tenía escritas una docena de páginas entes de iniciar el rodaje, recurriendo sobre todo a la improvisación, especialmente de los diálogos, para llevar a cabo su proyecto. Acertada la banda sonora musical de Nils Frahm.
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