(3) EL CLAN, de Pablo Trapero.

NEGOCIOS TURBIOS
El octavo largometraje que nos llega del magnífico realizador Pablo Trapero —responsable de Mundo grúa (1999), Familia rodante (2004) y El elefante blanco (2012), entre otras— es una coproducción hispano-argentina —los hermanos Almodóvar por parte española— que puede calificarse como verdadero cine de “autor” ya que el propio director ha intervenido también el tareas de guión, producción y montaje.
Con la valiosa aportación de unos actores excelentes, El clan es un film que narra hechos reales protagonizados en Buenos Aires por la aparentemente respetable familia Puccio que, bajo el mando del patriarca del clan, se dedicaba al secuestro y asesinato de personas ricas con el fin de lograr un elevado rescate, siempre bajo la apariencia de una operación política de carácter terrorista llevada a cabo por guerrillas “subversivas” contrarias a la dictadura.
Todo fue posible gracias a la dictadura militar (1976-1983) que protegió a Arquímedes Puccio hasta que la derrota en la guerra de las Malvinas y la quiebra económica del país permitió el restablecimiento de la democracia —imágenes en TV del general Galtieri y del presidente Raúl Alfonsín, aunque el Informe Sábato inicia el relato—, que encargó a un grupo de intelectuales y profesionales la investigación de los crímenes genocidas cometidos durante ese periodo en que se vulneraron todos los derechos humanos, incluyendo el robo de bebés. De ello se hizo cargo la Comisión Nacional de la Desaparición de las Personas, que redactó el demoledor Informe “Nunca Más”, con Ernesto Sábato al frente de la misma.
El film reconstruye unos hechos reales que tuvieron como fondo histórico-político un clima de abusos y de impunidades, al mismo tiempo que una serie de golpes de Estado en América Latina, propiciados en los años 70 por el gobierno de los Estados Unidos y la CIA —Nixon y Kissinger, principalmente— ante el temor de que el ejemplo de la Cuba de Fidel Castro y el Chile de Salvador Allende se extendieran por todo el Continente poniendo fin a los privilegios de las compañías multinacionales y de las élites conservadoras de los distintos países.
Así pues, el protagonista de El clan se aprovechó de las circunstancias e utilizó su profesión —torturador y asesino paramilitar— para sacar provecho privado como delincuente común hasta que el tránsito hacia la democracia y la falta de protección de importantes cargos oficiales, ya destituidos, le impidieron seguir aparentando ser el padre modélico de una familia próspera y feliz. Unas 30.000 personas desparecieron.
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