(4) TAXI TEHERÁN, de Jafar Panahi.

PAISAJE Y GENTES DE UN PAÍS
Después de varias décadas viendo películas, analizándolas y calificándolas llega un momento de saturación, de falta de entusiasmo, en el que uno se pregunta si habrá dejado de amar el cine y si sus criterios valorativos aún seguirán teniendo validez. La respuesta suele llegar de la mano de filmes como Taxi Teherán —y de otra media docena de títulos cada año, que vuelven a devolverte la fe en este medio expresivo y la capacidad de distinguir entre lo realmente magistral y lo habitualmente mediocre—. Este es el sexto largometraje que nos llega de Jafar Panahi, un cineasta iraní que fue encarcelado, que hizo huelga de hambre, que recibió el apoyo internacional, que fue recluido en su propia casa —allí realizó Esto no es una película (2011)— y que está condenado por los tribunales a no filmar ni a viajar al extranjero.
Premiado con el Globo de Oro en el último festival de Berlín —pero acusado de antipatriota por la prensa oficial iraní—, Taxi Teherán constituye pues un desafío a las autoridades islámicas mediante el procedimiento de instalar varias mini-cámaras digitales en el interior de un coche, asumir el realizador el papel de taxista y recorrer las calles de Teherán recogiendo pasajeros y captando sus rostros y conversaciones además de los sucesos más cercanos al vehículo. A este método de rodaje los franceses lo llamaron cinéma-verité y los cineastas amateurs contrarios a la dictadura de Franco lo bautizaron con el pomposo nombre de cine “independiente”, “militante” o “marginal”. En esta ocasión hay un guión previo con diálogos y personajes que son encarnados por gente progresista y por familiares del cineasta. Y sobre todo hay mucha imaginación y creatividad.
El resultado es un pequeño film tan modesto como apasionante, un valioso documento social, político y humano que constituye una lúcida y comprometida mirada hacia un país cuyas ideas, costumbres y habitantes conforman un microcosmos en el que se reflexiona sobre el cine, la censura, la justicia, la escuela, la fe religiosa y, al mismo tiempo, sobre la misma situación de Panahi como testigo y superviviente en un régimen integrista sin libertades civiles que, no obstante, parece presentar pequeños signos de apertura.
Taxi Teherán se ha podido exhibir en algún festival internacional pero no posee licencia para ser visto en su propio país. Algo parecido hizo Fraga Iribarne, germen del futuro PP, cuando fue ministro en los años 60. Pero todo lo hecho tampoco sería posible sin los grandes avances técnicos actuales: las pequeñas cámaras de video capaces de captar imágenes y sonidos con gran nitidez y profundidad. Pero lo más importante sigue siendo el talento, la sensibilidad y la clarividencia. Cualidades que Jafar Panahi posee en abundancia.
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