(2) LOS EXILIADOS ROMÁNTICOS, de Jonás Trueba.

VERANO DE AMISTADES Y DE AMORES
La primera noticia que tuvimos de Jonás “Groucho” Trueba, hijo del cineasta Fernando Trueba, fue su trabajo como guionista de Más pena que gloria (Víctor García León, 2001) y más tarde, ya como realizador, nos llegaría en distribución comercial Todas las canciones hablan de mí (2010) y, como sesión especial en “La Rambleta” de Valencia, pudo verse Los ilusos (2013). Los exiliados románticos (2015) es, pues, su tercer largometraje, ampliamente premiado en el último festival de Málaga donde apreciaron —en sus breves 70 minutos de metraje— la autenticidad de un relato existencial en el que los personajes y sus andanzas son presentadas sin artificio narrativo alguno y sin necesidad de una rígida estructura dramática, como si fuera un fragmento de vida captada casualmente por la cámara, un método convertido en estilo, hace ya más de 50 años, por la Nueva Ola francesa, uno de los movimientos más innovadores de la Historia en todo lo referente a lenguaje cinematográfico.
Los primeros años de juventud adulta, un imprevisto viaje a Francia en furgoneta durante el verano, amores fugaces o fallidos y, sobre todo, sólidas relaciones de amistad es lo que Jonás Trueba nos cuenta en este film que evidencia, con sus buenas dosis de improvisación, el deseo de apartarse de toda concepción idealizada (romántica) de una juventud que ya ha dejado atrás la adolescencia y que camina hacia la madurez sin saber que lo primero que va a encontrar es el fracaso y el desencanto. En la película, en la que me sorprendió gratamente la corta presencia como actor del director Sigfrid Monleón, destaca especialmente el sentido de la camaradería y el gozo de sentirse vivo, sin olvidar que su elaboración constituye, ante todo, un acto de amor al cine y un disfrute del placer de rodar.
Huyendo de toda intención de trascendencia y de gravedad en el tono, Los exiliados románticos peca quizás de una excesiva levedad en su mirada, lo que puede confundirse fácilmente con una escasa madurez creativa y con una notoria ingenuidad que no impide, sin embargo, explicitar su voluntad de realismo.
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