(2) MI CASA EN PARÍS, de Israel Horovitz.

SECRETOS DE FAMILIA
El dramaturgo y guionista estadounidense Israel Horovitz debuta como director de cine, a sus 75 años de edad, adaptando su propia obra escénica Una vieja señora ubicada en París, a donde llega un maduro neoyorquino sin familia ni dinero para vender una gran casa heredada de su rico padre propia —con el que no se relacionaba—, encontrándose con la sorpresa de que la mansión se halla legítimamente ocupada por una anciana y por su hija.
Bastante similar en lo argumental a la excelente ¿Qué ocurrió entre mi padre y tu madre? (Billy Wilder, 1972), lo que en ésta era una brillante sátira contra el puritanismo y la hipocresía yanquis enfrentada al sano vitalismo y a la luminosidad mediterráneas, en la obra de Horovitz los mismos resortes existenciales y morales vienen contemplados desde un punto de vista esencialmente dramático, con un despliegue de recuerdos y de sentimientos que logra tenerse en pie con cierta dignidad gracias a dos valiosos soportes: los sólidos diálogos del guionista-dramaturgo y la calidad interpretativa de unos actores y actrices —Kevin Kline, Maggie Smith y Kristin Scott Thomas— cuya categoría profesional, Oscars incluidos, está fuera de toda duda.
La película ha sido producida por la hija del realizador, Rachael, y en ella aparecen algunos exteriores de la capital francesa que oxigenan las obligadas escenas interiores de la pieza teatral original. También han convertido a la anciana examante francesa en una británica afincada en París para que la fluidez idiomática, en inglés, con Mathias no resultara perjudicada.
Pero una de las singularidades más chocantes del film es el sistema legal francés que, en lo relativo a la propiedad de bienes inmuebles, sirve aquí de armazón para el relato: la enajenación de una casa puede ir aparejada al derecho de residencia vitalicio del vendedor, que recibirá además periódicamente una renta o cuota del comprador hasta que la muerte le sobrevenga. Un ejemplo de incidencia del factor tiempo en los negocios. El derecho de propiedad sin posesión inmediata del objeto adquirido, es decir, la ocupación de una casa sin tener título de dominio sobre ella se convierte en inusual galimatías jurídico que sirve para mantener en pie toda la estructura narrativa de Mi casa en París.
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