(1) TED 2, de Seth MacFarlane.

UN HOMBRE Y SU OSITO DE PELUCHE
Tras saborear las mieles del éxito como responsable de las irreverentes series de animación Padre de familia (Family Guy) y Padre made in USA (American Dad), Seth MacFarlane probó suerte como realizador con una comedia friki dotada de un liviano armazón romántico titulada Ted (2012), una sitcom protagonizada por un treintañero con síndrome de Peter Pan —Mark Wahlberg haciéndose el gracioso— y su desvergonzado y malhablado oso de peluche.
Monumento fílmico a la incorrección política por su abundante humor zafio, su debut obtuvo un éxito arrollador convirtiéndolo en una joven promesa en Hollywood. Mil maneras de morder el polvo (2014), una ambiciosa parodia del western que se burla de la tosca idealización del Oeste americano y los ancestrales convencionalismos del género, fue su consolidación como punta de lanza de la llamada comedia desmadrada USA, engendrando un fértil universo de delirantes gags, parodias mordaces y chistes groseros basados en el sexo y en la escatología.
Ted 2 mantiene elevado el listón de lo que se espera de la película, pero se observa una sutil evolución de los personajes. Aunque MacFarlane continúa por la senda de la provocación, retando al espectador a sentirse ofendido por las ocurrencias y animaladas de sus protagonistas, en el fondo el director y guionista los conduce por los derroteros de la vida responsable y programada que espera la sociedad bienpensante. Soltero y sin compromiso, John está centrado en el trabajo, deseando encontrar a una chica especial cansado de tanto fracaso sentimental; Ted, por el contrario, felizmente casado, pretende solucionar una crisis matrimonial adoptando a un bebé o buscando un donante de esperma. Los amigos libertinos, procaces y asilvestrados —verdaderos enfants terribles de la corrección y la moderación—, han sido domesticados. El conflicto surge cuando a Ted le quitan los derechos civiles inherentes a la condición humana y se le cataloga como “propiedad”. El oso de peluche y su mujer tendrán que buscarse una buena abogada —interpretada por una desatada Amanda Seyfried— para llevar el caso a los tribunales.
Reconozco la existencia de algunas secuencias que me arrancaron la sonrisa cómplice, especialmente aquellas que mezclan una situación formal con un comportamiento o un diálogo delirante, o en unas acertadas alusiones cinéfilas. Sin embargo, le puede su propensión al caca-culo-pedo-pis que empobrece el alcance de sus críticas. Y su obsesión por las drogas resulta, finalmente, tediosa. En realidad, Ted 2 no deja de ser un discreto film juvenil para pasar el rato fresquito en las salas de exhibición cinematográficas. Da justo lo que promete, nada más.
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