(3) UNA DAMA EN PARÍS, de Ilmar Raag.

UNA VIEJA ESTONIA EMIGRADA
A sus 84 años de edad, la prestigiosa actriz Jeanne Moreau aceptó el papel protagonista (Frida) que le propuso un cineasta estonio (Ilmar Raag) que había estudiado en París y que pretendía narrar una experiencia similar a la que había vivido su propia madre, que había cuidado durante cierto tiempo a una anciana compatriota, una convivencia que le había afectado para siempre.
Película galardonada con el Premio Ecuménico en el festival de Locarno 2012, Una dama en París es un relato sobrio, profundo y bien documentado, repleto de valores humanos, que gira en torno a los muchos problemas que plantea la vejez, con sus taras físicas y psicológicas, además de las con frecuencia difíciles relaciones mantenidas con los familiares y otras personas de su entorno. Frida se siente sola, separada ya de su antiguo amante, y su ánimo deprimido la empuja al suicidio, para evitar lo cual llaman a una asistenta estonia (Anne), de la misma nacionalidad que la señora.
Pero lo que sucede es que Frida ha olvidado sus orígenes nacionales —Estonia es una pequeña república báltica que fue soviética hasta su independencia en 1991 y que se incorporó a la Unión Europea en 2004— y no se relaciona para nada con sus compatriotas exiliados pues se fue convirtiendo en una francesa moderna y muy liberal en sus costumbres.
El propio director ha contado que París siempre constituyó un mito para los estonios, ya desde los años 20 y 30 del siglo pasado, especialmente para los artistas, aunque en la película es el nuevo tipo de vida lo que seduce también a Anne pese a las dificultades planteadas por la diferencia de idiomas.
El film concluye de forma esperanzadora, con una mezcla de reconciliación y de resignación: la señora, el antiguo amante y la criada olvidan sus diferencias en un desenlace que supone el triunfo de la comprensión, el afecto y la amistad. Una dramática pero hermosa historia sólidamente narrada.
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