(1) SAN ANDRÉS, de Brad Peyton.

ODISEA FAMILIAR EN CONTEXTO APOCALÍPTICO
Digno sucesor de aquellas ingenuas y grandilocuentes producciones setenteras cuyo argumento principal giraba en torno a desastres naturales o accidentes de proporciones dantescas, San Andrés recupera la letra y el espíritu de un género, el de catástrofes, caracterizado por la generosidad presupuestaria y por estar dotadas de un amplio reparto de actores conocidos y múltiples líneas argumentales que se centran en los desesperados intentos de los personajes de evitar, escapar o resistir las consecuencias de la tragedia; ya sean accidentes aéreos, secuestros, incendios, terremotos, inundaciones, un volcán en erupción, la colisión de un asteroide, plagas o invasiones alienígenas.
Por lo que respecta a la temática sísmica, desde la fundacional San Francisco (1936) los films que relatan la supervivencia a un gran terremoto han evolucionado considerablemente, sobre todo en el terreno de los efectos especiales, ya que su sobreexplotación comercial ha acabado por despojarle de cualquier elemento sorpresa.
Así, San Andrés reproduce la predecible y endeble estructura narrativa de antaño: presentación apresurada de los personajes y sus relaciones —tanto de los principales como de los secundarios, la mayoría abocados a una muerte aparatosa y sorpresiva—, aparición de un experto de turno que advierte y explica las causas y consecuencias del cataclismo —aquí un agorero Paul Giamatti que roba con su presencia minutos a la trama principal—, desarrollo del conflicto con sucesivas secuencias de progresiva espectacularidad y el predecible rescate final, rodeado de épica y sentimientos a flor de piel. El entramado dramático de San Andrés, sintetizada en la odisea de un matrimonio en descomposición —Dwayne “The Rock” Johnson y Carla Gugino hacen lo que pueden— que resuelve sus diferencias mientras trata de encontrar a su hija desaparecida —de Alexandra Daddario sólo destaco sus ojos azules— me parece de una simpleza y de un esquematismo insultante, lo mismo que la entrañable historia de amor entre ésta y el joven que conoce en la empresa de su padrastro sazonada con las cómicas aportaciones de su hermano pequeño.
Por el contrario, la película impresiona por la hiperrealista plasmación gráfica de los efectos devastadores del seísmo que alcanza los 9.6 grados en la escala Richter asolando la costa oeste estadounidense, apabullantes imágenes que se suceden a lo largo del metraje con un sorprendente nivel de detalle. Esa es la única virtud de San Andrés, un liviano y entretenido pasatiempo estival.
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