(1) PIXELS, de Chris Columbus.

HOMENAJE AL UNIVERSO ARCADE
Una vez más la Tierra sufre el ataque de malvados alienígenas que pretenden destruir la Humanidad. Viendo la insistencia de esta temática en la ciencia-ficción, cualquiera puede llegar a la conclusión de que nuestro planeta es una deliciosa golosina codiciada por numerosas razas intergalácticas, pero que no haya aparecido todavía ninguna flota invasora sobre nuestras cabezas me inclina a pensar que a) somos insustanciales en el orden cósmico o b) hemos sobreestimado el desarrollo tecnológico del “otro”. De hecho, si son realmente inteligentes, los extraterrestres dejarán que seamos nosotros quienes nos aniquilemos simplemente dejándonos hacer lo que hacemos.
El caso es que no se trata de una invasión convencional, pues no hay un ataque premeditado a las estructuras de poder ni a los ejércitos del mundo. Esto no es Independece Day (1996). Nuestros belicosos conquistadores han venido bajo la apariencia de adictivos juegos electrónicos de antaño, aquellos gloriosos Arcade que jugábamos en los míticos salones recreativos —extinguidos por la difusión del ordenador personal y la llegada de los videojuegos caseros—, pues han interpretado erróneamente una señal de la NASA que nos presentaba como especie, creyendo que les retábamos a un duelo entre planetas. Y evidentemente, los más preparados para competir son los que nacieron en aquella época y crecieron jugando al comecocos y a los marcianitos. Los frikis asumen, por tanto, la responsabilidad de salvar el mundo, convirtiéndose en figuras honorables orgullosas de serlo.
Pac-Man, Donkey Kong, Frogger, Q*bert, Tetris, Space Invaders, Arkanoid, el Juego de la Serpiente, Galaga… los Arcade más representativos hacen su aparición en determinados momentos del relato para el regocijo de unos espectadores predispuestos a dejarse llevar por los recuerdos infantiles.
El responsable de Pixels no es otro que Chris Columbus, guionista de Gremlins (1984), Los Goonies (1985) y El secreto de la pirámide (1985), títulos emblemáticos de Amblin Entertainment, fundada en 1981 por el director Steven Spielberg y los productores Kathleen Kennedy y Frank Marshall. Columbus le aporta ese sello de producción ochentera, pero si le quitamos la permanente evocación melancólica de la prehistoria del ocio electrónico, la narración hace aguas por todas partes, los personajes son planos como el papel de fumar —el pequeño papel de Toru Iwatani, creador de Pac-Man, es un emotivo reconocimiento pero sin función narrativa alguna— y las escenas de acción son excesivamente rudimentarias y resueltas sin gracia. Curiosamente, lo más divertido son los diálogos de los personajes aludiendo a las diferencias tecnológicas entre el pasado y el presente.
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