(3) LOS INSÓLITOS PECES GATO, de Claudia Sainte-Luce.

EL COMPLEJO Y DINÁMICO UNIVERSO FEMENINO
¿Tiene género el cine? No me refiero a los géneros cinematográficos, que clasifican las películas por elementos comunes reconocibles en cuanto al tono, ambientación, argumento o formato. Es decir, ¿podemos afirmar que un film es femenino o masculino, más allá de aplicar diversos clichés sobre la temática, el tratamiento de los personajes o el punto de vista narrativo? Tras sesudos debates con amigos y compañeros de profesión, no pocos hemos llegado a la conclusión de que, efectivamente, hay producciones realizadas principalmente por mujeres, sobre mujeres y para mujeres cuya mirada y expresividad revela una condición inequívocamente femenina. Por supuesto que esta cuestión sigue abierta a discusión…
Esta reflexión viene a colación por el estreno de Los insólitos peces gato, opera prima de la mexicana Claudia Sainte-Luce, quien se inspira en experiencias autobiográficas para abordar un valioso relato sobre la amistad creciente entre una triste y solitaria joven que ingresa en un hospital tras un ataque de apendicitis y una madre de mediana edad gravemente enferma ingresada previamente. Nos encontramos, pues, ante una historia mínima, sin gestas ni estridencias, pero repleta de sentimientos y vitalidad. La directora se esmera por plasmar un complejo y dinámico universo femenino formado por diálogos, gestos faciales y corporales, detalles, silencios, acciones e inacciones imperceptibles que van sembrando una relación cada vez más estrecha entre los personajes.
Todo ello combinando con exquisito equilibrio drama y comedia, dolor y placer, la lágrima y la sonrisa cómplice ante la sucesión de emotivas pero contenidas escenas cotidianas de una familia y una extraña que se va instalando progresivamente en su hogar, como una integrante más del núcleo familiar. Esta es, precisamente, la gran virtud de Los insólitos peces gato: la ausencia de exceso sentimental. Claudia Sainte-Luce rehúye del melodrama mal entendido como empacho de sensiblería, pese al delicado asunto de la pérdida de un ser querido. Realmente, enfocar la muerte por enfermedad incurable de la forma respetuosa y delicada como lo hace merece una gran alabanza.
Pero Los insólitos peces gato habla de más cosas. Muestra la soledad como un mal endémico en la vida moderna, la insatisfacción que provoca un empleo tan monótono como poco gratificante, la peliaguda educación de los hijos y de cómo estos deben enfrentarse a su ineludible madurez. El balance final, pese a todo, es una contagiosa joie de vivre que emana de quien menos te esperas, en una hermosa lección vital: la agónica Marta enseña a Claudia, la joven protagonista, el camino hacia una felicidad compartida con los demás miembros del clan.
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