(1) HORNS, de Alexandre Aja.

APRENDIZ DEL DIABLO
Uno de los símbolos más característicos del Anticristo, ese ser maligno enfrentado a Dios y tentador de los hombres, es su llamativa cornamenta de macho cabrío. En Occidente, desde el antiguo semidios griego Pan hasta el mismo Diablo cristiano medieval —todavía vigente en la actualidad—, cualquier monstruo que se precie debe tener como manifestación de su maldad unos aparatosos cuernos en la cabeza. Resulta inevitable, en ese sentido, no recordar la interpretación de Satanás imaginada por Ridley Scott en Legend (1985), por poner un ejemplo.
El afamado novelista y guionista de cómics Joe Hill, hijo y alumno aventajado del maestro Stephen King, elabora en su tercera novela —titulada precisamente Horns (Cuernos)— un simpático relato de terror sazonado con no pocas dosis de humor que, partiendo de un horrendo crimen ubicado en un pequeño pueblo de la América profunda, reflexiona sobre la maldad humana y la doble moral que practican muchas personas que, a simple vista, aparentan llevar una vida irreprochable.
Se trata, por tanto, de un argumento atractivo que llamó la atención de Alexandre Aja, un discreto realizador estadounidense especializado en el género de terror, quien realiza una adaptación que puedo definir como “correcta” aunque diste mucho de ser una gran película ya que no aporta nada novedoso al tan manido tema de la posesión demoníaca.
Sí es cierto que Horns se configura como una entretenida sátira social disfrazada de cuento de Halloween, narrada bajo el formato de una investigación policial con ingredientes sobrenaturales. El protagonista, consternado tras la violación y asesinato de su novia y sometido al rechazo de su comunidad, intenta limpiar su nombre y descubrir el autor de tan deleznable delito aprovechando la aparición de unos misteriosos cuernos que le dotan de un poder diabólico para sacar el lado más oscuro y perverso de la gente que le rodea. La fantasía mitológica se convierte aquí en una comedia macabra que proporciona las escenas más delirantes del film, pues al desplegar sus recién adquiridos poderes resalta los pecados y deseos más inconfesables de una fauna de personajes sexualmente reprimidos o carentes de la mínima empatía por el prójimo. En ocasiones me ha parecido una versión masculina de Jennifer’s Body (2009) por la peculiar fusión de terror, suspense y comedia, además de su temática mefistofélica.
El papel principal es asumido con soltura por un Daniel Radcliffe que trata de huir de su encasillamiento por su ya inmortal personaje de Harry Potter, logrando captar y transmitir la tragedia personal de Ig y su progresiva transformación en ángel caído. Ya me sorprendió positivamente en Amigos de más (2013), demostrando versatilidad para adaptarse a nuevos roles, como el romántico sin caer en lo pastelero.
El mayor defecto de Horns, sin embargo, es su enrevesada trama detectivesca (todos son sospechosos aunque se sacrifique la credibilidad y la lógica del relato) y un desenlace un tanto predecible una vez se descubre la identidad del homicida, incluyendo un mensaje aleccionador que ensalza el sacrificio definitivo en nombre del amor.
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