(1) CAZA AL ASESINO, de Pierre Morel.

EL ASESINO ACTIVISTA
A priori, la novela de Jean-Patrick Manchette, La position du tireur couché (1981), cumple todos los requisitos para ser llevada a la gran pantalla: un mercenario contratado por una multinacional que opera en un país subdesarrollado, pasiones encendidas bajo el sol del trópico, un asesinato político, una huida y un reencuentro posterior, una persecución que finaliza en un duelo a muerte… De hecho, el libro fue adaptado al cine en 1982 bajo el título El choque con Alain Delon en el papel principal.
Una historia tan estimulante no debía quedarse en el olvido, así que avispados ejecutivos la rescataron para reinterpretarla en el contexto actual. Además, se decidió asignar la dirección a Pierre Morel, diestro realizador de thrillers atiborrados de acción, responsable de Venganza (2008) y Desde París con amor (2010), pionero en esto de reciclar actores veteranos en plena decadencia profesional para encarnar a los nuevos-viejos action man de antaño. Sean Pean, que asume aquí también labores de guionista, se apunta a esta moda.
Pues bien, el resultado final no puede ser más exiguo. Caza al asesino es un endeble relato de venganza y tensiones sexuales no resueltas realizado con desgana y apuntalado por un guión fallido, con más agujeros que un queso emmental. De hecho, y a pesar de basarse en la mencionada narración de uno de los autores más destacados de la novela negra francesa de los años 70 y 80, el film suspende tanto como cine de denuncia como simple entretenimiento comercial. Empezando por el protagonista, un asesino a sueldo redimido a través de su activismo en una ONG internacional, siguiendo por la trama poco consistente de una vendetta entre antiguos colegas y un enredo romántico que no aporta nada. El papel interpretado por Idris Elba es una mera comparsa del flamante protagonista, un Sean Pean que alardea excesivamente de su torso musculado pero no es capaz de expresar tridimensionalidad a su personaje. Y, sobre todo, por su final de traca: una nada discreta escena de tiros y peleas en plena corrida de toros en la Plaza Monumental de Barcelona. Si, en la “taurina” Ciudad Condal.
Lo mejor de la película es, sin duda, la participación de Javier Bardem encarnando a un celoso compañero de fatigas del pasado reconvertido en un próspero empresario. Qué pena que este sujeto apenas tenga trascendencia en la intriga, podría haber dado más de sí.
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