(4) GIRLHOOD, de Céline Sciamma.

MARGINALIDAD Y ADOLESCENCIA
Después de su interesante Tomboy (2011), la guionista y realizadora Céline Sciamma —nacida en 1978, crecida en los suburbios de París pero con estudios superiores— incide nuevamente en el tema de la identidad femenina tanto psicológica y sexual como social aunque no le interesan tanto los aspectos económicos y laborales como los estrictamente personales, íntimos, de las muchachas que deben efectuar con no pocas dificultades el tránsito desde la infancia a la adolescencia y desde ésta a la primera juventud. La excelente calidad de Girlhood (Pandilla de chicas en la V.O.) reside, a mi juicio, en su afán de objetividad, sin etiquetas moralizantes ni subrayados sensibleros, buscando sólo lograr el conocimiento del público y transmitirle una sana emoción.
La realizadora escribió su guión tras recorrer y observar la vida de las ruidosas y alegres jóvenes en las calles del extrarradio parisino, lo que despertó su deseo de profundizar en lo que había contemplado. La película, bien acogida en diversos festivales, cuenta con actrices no profesionales elegidas mediante casting entre las que frecuentaban los grandes almacenes y los lugares de ocio situados en urbanizaciones periféricas habitadas por personas de modesta condición.
La protagonista es una adolescente (16 años), descendiente de la emigración africana a Francia, que decide cambiar su nombre de Marieme por el de Victoria (Vic), una transformación que discurre paralela a la de todos los aspectos de su existencia: abandona los estudios, deja su hogar —su hermano es un machista violento—, rechaza un modesto trabajo, se integra en una cuadrilla de chicas rebeldes y se resiste como puede a entrar en el terreno de la delincuencia, las drogas y la prostitución.
No es la primera vez que el cine se ocupa de gente que busca su lugar en el mundo y que lo hace sin rumbo ni horizontes, sin ley ni esperanza. El optimista –afirman algunos— es un pesimista mal informado. La protagonista, en su búsqueda de libertad y de realización personal, cree encontrar su sitio integrándose en un grupo de amigas, evitando que la humillen, en el consumo y la diversión, en cierta manera de vestir… pero sabe que forma parte del bando de los perdedores, de los marginados de una sociedad que llaman de la abundancia y el bienestar.
La mayor preocupación de Marieme-Vic consiste en lograr que respeten su imagen, en mantener su propia personalidad sin convertirse en un mero objeto sexual. El retratar a toda una generación, la surgida en el nuevo siglo, es lo que el film pretende con su completísimo repertorio de atuendos, gestos, sueños, actitudes, expresiones verbales y contextos, suministrando al espectador una abundante información —que incluye sutiles sugerencias— que le deja libre para reelaborar su propio discurso.
La simbólica secuencia inicial del partido de rugby femenino hace ver ya las intenciones del relato: la vida es una lucha dura, constante y muy competitiva. La cámara funciona como un mero instrumento de observación, como un testigo imparcial que, con sus largos planos y sus encuadres en scope, ofrece una amplia panorámica sobre el individuo atrapado en un entorno hostil. Excelente banda sonora con una fascinante música de Para One constituida por una sola composición que se va repitiendo y ampliando al compás de la evolución de la protagonista mientras sirve también para marcar la sucesión de bloques narrativos, además de incluir alguna pieza bailable —una canción de Rihanna—.
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