(3) LA OVEJA SHAUN: LA PELÍCULA, de Richard Starzak y Mark Burton.

ENTRAÑABLE ANIMACIÓN ANALÓGICA
Frente al incuestionable avance de la animación digital, espoleada desde la todopoderosa industria USA, existen algunas meritorias resistencias en este lado del Atlántico. Me refiero a Aardman Animations, con base en Bristol (Reino Unido), una productora artesanal empeñada en reivindicar, con no pocas dosis de romanticismo, la belleza y el oficio de los dibujos animados realizados a la vieja usanza, esto es, fotograma a fotograma manipulando figuras de plastilina.
Si bien es cierto que ocasionalmente ha sucumbido al formato hegemónico por sus numerosas ventajas frente a lo analógico —Ratónpolis (2006) y Arthur Christmas (2011), aunque no se traicionó del todo su sello estético de identidad—, los títulos más célebres de este entrañable estudio de animación son los elaborados mediante la técnica de la stop-motion. Chicken Run: Evasión en la Granja (2000), Wallace & Gromit: La maldición de las verduras (2005) y ¡Piratas! (2012) son pequeñas joyas animadas que desprenden amor por este infravalorado género en su vertiente más tradicional, reclamando un producto destinado tanto a un público infantil como al adulto que lo acompaña, mediante un humor blanco que no cae en la ingenuidad, añadiendo un toque british que lo hace inconfundible.
Su sexto largometraje está protagonizado por la oveja Shaun, personaje nacido como secundario del oscarizado corto de Wallace y Gromit Un afeitado apurado (1995). Se trata de una disparatada aventura urbana en la que la citada oveja —acompañada del resto del peculiar rebaño— acude a la gran ciudad a rescatar al granjero que, amnesia mediante, ha acabado en un hospital lejos del idílico campo donde vive.
La oveja Shaun: la película llama poderosamente la atención por su condición de film sin diálogos, aunque con efectos sonoros más que reconocibles usándolos para amplificar el efecto cómico. Así, sin mediar palabra, se apuesta por los mecanismos narrativos de la comedia en su estado más primitivo, compartiendo el espíritu de las películas mudas keatonianas y chaplinianas. Se suceden, por tanto, sensacionales gags basados en equívocos, coincidencias y situaciones absurdas que se hilvanan con oficio en la trama, sin entorpecerla.
Este tipo de producciones dignifican la animación desterrando abundantes prejuicios contra un género cinematográfico denigrado a mero entretenimiento infantil. Se nota que detrás hay muchos cualificados profesionales y unos artistas dotados de talento.
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