(3) LA HISTORIA DE MARIE HEURTIN, de Jean-Pierre Améris.

EL NOMBRE DE CADA COSA
En la historia del cine el tema de los discapacitados —físicos o psícológicos— constituye el eje temático de, al menos, tres películas clave: El milagro de Ana Sullivan (Arthur Penn, 1962), El pequeño salvaje (François Truffaut, 1969) y El enigma de Gaspar Hauser (Werner Herzog, 1974). A estos destacados títulos podría añadirse el nuevo film de Jean-Pierre Améris, del que sólo hemos podido conocer La vida (2001) y Tímidos anónimos (2010), inspirado en hechos reales relatados por el libro Un alma encarcelada de Louis Arnaould que le sirvió de guía en la elaboración del guión.
Se narra la historia de Marie Heurtin, una niña de diez años sordomuda y ciega de nacimiento que, en 1895, fue ingresada en el Instituto Lamay, un convento de monjas cercano a Poitiers, donde la hermana Margheritte se dedicó con gran esfuerzo a su educación, ensañándole el lenguaje de los signos y consiguiendo mediante el tacto que la pequeña pudiera salir de esa mazmorra llena de silencio y oscuridad que hasta entonces había constituido su vida.
La película es una crónica de sucesos, con una gran carga emotiva, pues la reflexión filosófica ha de hacerla el propio espectador, a quien se invita a pensar a partir de la excelente labor de las actrices y de una sobria puesta en escena que evita todo exceso melodramático.
La historia de Marie Heurtin está traspasado por una mirada humanista y compasiva hacia la desgracia ajena. Todos los afanes de Margheritte van dirigidos a paliar la minusvalía de Marie haciendo posible su comunicación con el exterior. El relato viene a desmentir, pues, las discutidas tesis de J. J. Rousseau cuando se refiere al “buen salvaje” y a las excelencias del “estado natural” ya que el camino hacia la madurez y el progreso humano pasa necesariamente por el aprendizaje del lenguaje, el conocimiento del sentido (abstracto) de las palabras y el de su correspondencia con los objetos como vía imprescindible para acceder a la comprensión y el dominio del mundo que nos rodea.
Paralelamente, el film muestra el itinerario que va desde el egoísmo absoluto a la sociabilidad, un proceso educativo que posibilita superar el individualismo para integrarse en la colectividad, con las ventajas que aporta la comunidad pero también con la obligación de acatar las reglas preestablecidas. En eso consiste precisamente la ética: en asumir el tránsito desde el animal salvaje que hemos sido al ser social en que los humanos nos hemos convertido.
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