(3) LA FIESTA DE DESPEDIDA, de Tal Granit y Sharon Maymon.

EN TORNO A LA EUTANASIA
Primer largometraje que nos llega de los cineastas israelíes Tal Granit y Sharon Maymon, autores también del guión, que han hecho posible una película valiente e insólita al abordar sin prejuicios ni reservas mentales la delicada cuestión de la eutanasia, la muerte provocada sin sufrimiento físico a los enfermos incurables y terminales (cáncer, alzhéimer, etc.). En el film, situado en una residencia de ancianos en Jerusalén, la voluntaria decisión de poner fin a la propia vida se traduce en la ayuda al suicidio, con la elección del momento por el mismo desahuciado y con el uso de un aparato que le permite paralizar todas sus constantes vitales.
En este film son los compañeros —los propios familiares y amigos— de los que deciden recurrir a la eutanasia quienes les asisten por motivos humanitarios (amor, amistad, solidaridad o simple compasión). La fiesta de despedida obtuvo la Espiga de Oro en el festival de Valladolid de 2014 y destaca especialmente por un peculiar estilo narrativo que combina de forma equilibrada el drama, la emoción y el humor, acotando un terreno expresivo que se sitúa a mitad de camino entre la brutalidad trágica de Amor (Michael Haneke, 2012) y la diversión de la comedia clásica Arsénico por compasión (Frank Capra, 1944).
Este sincrético estilo ayuda a hacer más tolerable un relato esencialmente cruel pese a recurrir a los mecanismos de la eutanasia “activa”, que la mayoría de Estados castigan penalmente con sus leyes, frente a la tolerancia generalizada ante la eutanasia ”pasiva”, consistente en suprimir los remedios paliativos dirigidos a alargar artificialmente y sin dolor la vida del enfermo, aunque la película no obvia del todo las dudas morales que tales conductas acarrean. Una virtud del film es que su estilo se vuelve invisible y la cámara, el montaje y los actores, lejos de cualquier truculencia, contribuyen a que el discurso alcance una neutralidad que —en ausencia de manipulaciones sentimentales o moralizantes— hace recaer en el espectador la responsabilidad de enjuiciar aquello que está contemplando.
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