(3) LA CASA DEL TEJADO ROJO, de Yôji Yamada.

MEMORIAS DE LA CRIADA TAKI
Yôji Yamada (Osaka, 1931) es un veterano y excelente cineasta japonés del que sólo se han estrenado aquí cuatro de sus 82 películas —El ocaso del samurai (2002), La espada oculta (2004), Love and honor (2004) y Una familia de Tokio (2013)— además de haberse editado en DVD Nuestra madre (2008). A su enorme talento debemos que haya transformado en un film muy estimable el libro de la novelista Kyôko Nakajima —también su guionista—, un relato de mujeres con un telón de fondo socio-político que abarca 60 años, de 1935 a 1995, más un epílogo, con la introducción de lo occidental en el país, la guerra chino-japonesa, la 2ª Guerra Mundial y la derrota del imperialismo nipón para terminar en la época actual cuando un sobrino-nieto de Taki sigue y comenta la redacción de su diario personal hasta la muerte de la anciana.
Debo insistir en el mérito de Yôji Yamada porque ha partido de unos materiales literarios peligrosos como son el relato-río —multitud de sucesos, personajes y años transcurridos— y el melodrama, con una larga historia familiar —la campesina emigrada a la ciudad y la pequeña burguesía de los años 30—, con unos amores adúlteros mantenidos en secreto, con la fidelidad y discreción de la sirvienta que arrastrará eternamente un sentimiento de culpa y con una mirada tan nostálgica hacia otros tiempos como respetuosa hacia la ancianidad y la muerte.
La enorme carga sentimental del relato no degenera en vulgar sensiblería porque Yamada, a mi entender, demuestra ser un digno heredero de los viejos maestros Mizoguchi y Ozu, tanto por su delicadeza en la observación de detalles y por su precisión narrativa como por su esmerada dirección de actores y, sobre todo, por un acentuado lirismo capaz de suscitar las más profundas emociones.
El film resulta rico y complejo porque los diversos bloques temporales están perfectamente ensamblados mediante flash-backs, porque los personajes van asumiendo sucesivamente el protagonismo respetando siempre el punto de vista (los recuerdos) de la criada Taki y porque, además de constituir una rigurosa crónica de costumbres, la gran Historia nos es contada a través de la limitada pero honesta perspectiva de seres humanos corrientes cuyas apreciaciones no siempre coinciden con las de los eruditos.Desde el tradicionalismo que relega a las mujeres hasta la exaltación nacionalista y desde el militarismo hasta la derrota y la modernidad —el joven consultando un dato en Internet—, La casa del tejado rojo muestra una no disimulada nostalgia hacia determinados aspectos del pasado pero advierte también a los contemporáneos sobre la necesidad de asumir lo esencial y de prescindir de lo accesorio.
Yamada vuelve a distinguirse por la clarividencia de sus reflexiones y también por la compasión hacia unos antepasados que vivieron la misma incertidumbre y preocupación que los ciudadanos de hoy. El film, en este sentido, está lleno de sugerencias como la audición discográfica de la “Sinfonía nº 6, Patética” de Tchaikovsky —la del único movimiento luminoso en medio de una obra absolutamente pesimista— o la referencia al libro La casita (1942) de Virginia Lee Burton, una defensa de la vida natural y de los placeres sencillos frente al urbanismo depredador y los afanes desmedidos.
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