(2) LA DAMA DE ORO, de Simon Curtis.

BATALLA JUDICIAL CONTRA EL EXPOLIO ARTÍSTICO NAZI
En 1999, Maria Altmann inició un peliagudo proceso judicial contra el gobierno austríaco para recuperar parte del patrimonio artístico que le fue robado a su familia por los nazis durante la II Guerra Mundial (1939-1945). No hay que olvidar que la Alemania Nazi no estuvo dedicada exclusivamente a la masacre indiscriminada de judíos por la Europa sometida, sino que también organizó un saqueo exhaustivo de sus propiedades, especialmente las artísticas. Entre los cuadros recuperados estaba una de las obras más valiosas del pintor Gustave Klimt, el Retrato de Adele Bloch-Bauer I (1907). La octogenaria dama vienesa, afincada en Estados Unidos, contó con la ayuda del abogado Randy Schoenberg para ganar uno de los juicios más notorios contra el expolio artístico nazi.
Con una cuidada factura técnica y un gran detalle en la puesta en escena, La dama de oro elabora la emotiva recreación de este contencioso basado en hechos reales, dividiendo la narración en tres tiempos —la época cuando se pintó el lienzo, la invasión alemana de Austria y el presente, cuando acontece el litigio—, trascendiendo el mero relato judicial para reflexionar sobre la memoria histórica, las raíces familiares, la justicia universal y la redención personal.
Destaca, por un lado, un sólido guión que consigue enganchar la atención del espectador con una descripción tridimensional de los protagonistas a través de sus altibajos por los enormes obstáculos que encontraron para obtener justicia, debido principalmente a la negativa de las autoridades austríacas de devolver los retratos familiares alegando cuestiones meramente formales pero también mediante apelaciones de índole nacionalista. Cierto es que el Retrato de Adele Bloch-Bauer I se promocionó como la obra cumbre del arte de aquel país, un emblema o icono nacional.
Por otro lado, La dama de oro es, es esencia, una película pensada para el lucimiento de los actores protagónicos, configurándose un interesante duelo interpretativo entre Helen Mirren y Ryan Reynolds, quienes logran transmitir los hondos sentimientos y los conflictos emocionales que sufrieron recreando su condición de víctimas, directa o indirectamente, del delirio fascista de Hitler.
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