(1) EL MAESTRO DEL AGUA, de Russell Crowe.

ENDEBLE DRAMA ROMÁNTICO CON TRASFONDO BÉLICO
Si la veteranía es un grado, en el despiadado mundo del cine puede ser un gran inconveniente. Pasados sus años mozos —durante los cuales, entre otros papeles, encarnó a un seductor gladiador romano que encandiló al público femenino y parte del masculino—, y acompañado de su ya inseparable barriga cervecera, Russell Crowe asume nuevas labores artísticas en lo que se intuye el inicio de una progresiva transición profesional. Renovarse o morir.
Y lo hace a lo grande, en una magna coproducción entre Australia, Turquía y USA que rememora uno de los episodios más sangrientos de la I Guerra Mundial (1914-1918), la batalla de Galípoli (1915). En ella, los ejércitos británico y francés intentaron infructuosamente conquistar el estrecho de los Dardanelos frente a la oposición otomana, hecho que hubiera acorralado a los imperios centrales y hubiera permitido a los rusos reabastecerse para reforzar el frente oriental, adelantando así el final de la Gran Guerra. En ese estratégico emplazamiento murieron 250.000 turcos y 300.000 aliados.
El maestro del agua narra la historia, basada en hechos reales, de un granjero australiano dotado de habilidades como zahorí que tras el fallecimiento de su esposa viaja a Turquía para localizar los restos de sus tres hijos caídos en la mencionada contienda y darles honrosa sepultura en su país. Su periplo, en realidad, sirve de coartada para homenajear la memoria histórica de Australia y Nueva Zelanda, un episodio de enorme trascendencia política y social ya que es origen de su nacimiento como estados-nación.
Sin embargo, lejos de mostrar este suceso con la crudeza que merece, y que tan bien reflejó su versión de los hechos Peter Weir en Gallipoli (1981), Russell Crowe se distrae introduciendo tramas románticas poco creíbles y centrando el protagonismo de su personaje hasta niveles indecentes. Ahí está el improbable romance entre el maduro ranchero anglosajón y la joven viuda turca que regenta el hotel donde se hospeda, y la emotiva relación paterno-filial que surge súbitamente entre él y el hijo de ella. El maestro del agua es un proyecto concebido y realizado a mayor gloria del actor pretendiente a director.
Se habla también, al menos, de la desalmada maquinaria burocrática creada en posguerra para la gestión de bajas y el balance de daños en el paisaje tras la batalla. Los responsables obstaculizan cualquier intento del protagonista de acceder al terreno donde encontraron la muerte sus hijos, pero su insistencia hará flaquear los endurecidos corazones de los que antaño planearon y ejecutaron el exterminio de sus enemigos. El hecho de que Connor recorra medio país buscando a un hijo desaparecido en medio de una invasión griega, la resistencia turca y la inacción de las autoridades inglesas se me antoja un despropósito.
Llama poderosamente la atención, finalmente, la tosca resolución de las escenas bélicas y su escasez de medios, dada la naturaleza genérica del film. Algunas explosiones están insertadas digitalmente en posproducción, otras son propias de un cortometraje de aficionados. La coreografía de los movimientos de tropas y los enfrentamientos cara a cara revelan una innegable artificiosidad. Típico descuido de un realizador neófito, como es el caso de Russell Crowe.
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