(1) DIVERGENTE: INSURGENTE, de Robert Schwentke.

OSADÍA FRENTE A LA AUTORIDAD
La proliferación de sagas adolescentes de origen literario adaptadas al cine alcanza tal magnitud que permite ya un primer diagnóstico de la situación del (sub)género fantástico destinado al público juvenil. Crepúsculo (2008), Los juegos del hambre (2012), Hermosas criaturas (2013), La huésped (2013) y El corredor del laberinto (2014) comparten una trama sobrenatural o distópica, cargada de efectismo digital, pero que no es más que un pretexto al servicio de un decimonónico folletín romántico en el que florecen las inquietudes y las frustraciones que afectan a la tierna edad de los protagonistas, los cuales suelen destacar por ser especiales y estar determinados a enfrentarse a un status quo beligerante e inhóspito que coarta su libertad. En ese sentido, sorprende que los púberes consumidores de estos productos no se den cuenta de su pobreza conceptual y de que son vulgares copias unas de otras, especialmente Divergente (2014), respecto a la mencionada Los juegos del hambre.
La serie Divergente, traslación de las novelas de la joven escritora estadounidense Veronica Roth, reproduce un parecido esquema argumental con pequeñas variaciones de contexto. En un futuro post-apocalíptico, una ciudad aislada del exterior sobrevive gracias a un régimen político basado en el precario equilibrio de cinco facciones humanas, formadas según la principal virtud del individuo: Abnegación —ayudan al prójimo y asumen labores políticas—, Cordialidad —siempre están felices, se dedican a la producción de alimentos—, Verdad —siempre dicen la verdad, administran justicia y amparan la legalidad—, Erudición —los que más saben, también gobiernan— y Osadía —los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, imponen el orden—, que es la que más mola. Son guapos, intrépidos y enrollados, trepan por edificios en vez de tomar el ascensor, saltan de trenes en marcha en vez de apearse en la estación, y aprenden técnicas de lucha y el manejo de armas. Las personas, al alcanzar cierta edad, deben elegir a qué bando van a pertenecer el resto de su vida, sin posibilidad de cambiarlo, a no ser que sean desterrados y castigados a formar parte de los llamados Abandonados, los parias del sistema.
Tras elegir Osadía, renunciando al grupo de sus padres, Tris se va convirtiendo en una líder nata mientras oculta su condición de “divergente”, un distintivo genético que la hace compatible con todas las facciones y por tanto no es controlable por las autoridades locales. Insurgente narra su enfrentamiento al poder establecido, en un intento por liberar a sus conciudadanos de la tiranía de Erudición, gobernada por la malvada Jeanine Matthews, sobriamente interpretada por Kate Winslet.
Si bien es cierto que las escenas de acción son contundentes, la fragilidad del entramado argumental y la deficitaria construcción de personajes y sus relaciones acaban por echar a perder un film tan abracadabrante como anodino. Empezando por la entidad de su protagonista, una Elegida más al baúl de las épicas adolescentes, cuya endeble constitución en la primera entrega ha tomado forma en una guerrillera letal en la presente. El indefectible y casto romance entre Tris y Cuatro está forzado por la ausencia absoluta de química entre los actores, Shailene Woodley y Theo James.
Pero lo peor es lo mal resuelto que está la trama política de la película: la inevitable guerra civil es sintetizada en un pequeño y breve rifirrafe y el aparatoso plan de acceder a la sede de Erudición es realizado sin apenas resistencia, como si los villanos fueran tan torpes como inútiles a la hora de reprimir a la gente y evitar insurrecciones.
El anunciado último capítulo de la saga seguirá la moda de estrenarse en dos mitades para alargar en lo posible la recaudación en taquilla. Ya cansa…
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