(4) EL AÑO MÁS VIOLENTO, de J. C. Chandor.

UNA MAFIA EN NUEVA YORK
Cuando se estrenó El padrino (Francis Ford Coppola, 1972) algunos no supimos comprender la trascendencia de este evento cinematográfico. El punto de vista sobre la violencia delictiva había ampliado el escenario social objeto de su observación, apareciendo ya un conglomerado heterogéneo que incluía a los delincuentes y sus familias, a los hogares y los vestidos, a los restaurantes y las fiestas tradicionales, a las compraventas y las hipotecas, a la palabra dada y los préstamos, a las zonas de influencia en el mercado, la rivalidad empresarial y la competencia comercial, etc.
Las formas de expresión habían evolucionado también con el paso del tiempo: ya no había una separación radical entre los subgéneros de gángsters, el policial y el “negro”, que habían fundido muchas de sus características. La rigurosa y estilizada codificación narrativa de los años 40 y 50 había dejado paso al moderno thriller: de los sombreros y las metralletas, de los antihéroes crueles, el robo de bancos y el contrabando de licores, de las mafias y la mujer fatal había surgido el complejo discurso de las nuevas películas en las que vida cotidiana y las actividades al margen de la ley formaban un todo compacto que hizo posible que, a las palizas y los tiros a bocajarro, cada vez más escasos, se impusiera la sutileza de los chantajes, de los negocios sucios y de las compañías mercantiles sólo honestas en apariencia. La competencia, el camino hacia la riqueza y la eliminación de obstáculos adoptaron métodos más sofisticados aunque no menos crueles.
El año más violento, tercer film del admirable J. C. Chandor tras Margin Call (2011) y Cuando todo está perdido (2013), viene a mostrarnos las patologías del “sueño americano” en un contexto de emigrantes hispanos en busca del éxito en el Nueva York de 1981, con el invierno más frío y con los niveles de delincuencia más altos de los registrados en décadas, mientras el presidente Ronald Reagan anuncia su programa de privatizaciones, la bajada de impuestos y el recorte de servicios sociales para equilibrar el presupuesto nacional.
El film se desarrolla a lo largo de tres tensos y angustiosos días en los que el matrimonio formado por Abel Morales —Oscar Isaac, protagonista del último título de los hermanos Coen— y Anne —Jessica Chastain, en un personaje que deja de ser la típica esposa pasiva, meramente decorativa— ven peligrar su calidad de vida y el fracaso de su negocio de reventa de gasoil para calefacción. Hay una magnífica ambientación con esos suburbios desolados y solitarios de la gran ciudad que son exponente de unos momentos de fuerte decadencia económica. La cámara, que integra en el mismo plano a ambientes y a actores, así como una fotografía cálida que deja los interiores en penumbra, contribuyen decisivamente a crear esa sensación de inseguridad y de crisis moral que a todos afecta.
El año más violento ha recibido multitud de premios y será sin duda una de las películas más valiosas del año. Plantea una importante cuestión ética: entre la rectitud de conducta y el éxito económico, si hay contradicción, ¿cuál debe prevalecer? ¿Es rentable ser honrado? Porque la familia, el matrimonio, los hijos y el hogar (el status social) exigen, al menos, mantener el nivel de bienestar a cualquier precio. Un excelente guión nos ilustra perfectamente, con sus precisos mecanismos dramáticos, sobre las dudas que atormentan a Abel Morales atrapado en el dilema de seguir acatando las leyes y arruinarse o delinquir –como muchos— para intentar salvarlo todo. Mientras, las mentiras y la corrupción planean constantemente sobre el drama humano.
Leave a reply
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.