(3) PRIDE (ORGULLO), de Matthew Warchus.

GAYS LONDINENSES Y MINEROS GALESES
Pride (Orgullo) representa para la homosexualidad lo que Transpotting (Danny Boyle, 1996) y Full Monty (Peter Cattaneo, 1997) significaron, respectivamente, para las drogas y el desempleo: una feliz combinación entre mirada progresista, documento social y gancho comercial que permitió transmitir ideas de izquierdas sin perder dinero en el intento.
Pride (Orgullo) se inspira en unos hechos verídicos, aunque puedan parecer poco probables, acaecidos entre 1884 y 1885: la solidaridad entre una organización londinense de gays y lesbianas con los mineros galeses en huelga, dos colectivos rebeldes y entonces acosados por el sistema, cuyo trabajo en el carbón peligraba a causa de la política neoliberal y privatizadora de Margaret Thatcher, que se proponía cerrar aquellas explotaciones que no fueran rentables. La huelga acabó fracasando tras un año de resistencia.
Debe tenerse en cuenta que, como prolongación de la era victoriana, en Gran Bretaña las relaciones homosexuales estaban castigadas con penas de cárcel —véase los casos de Oscar Wilde, Alan Turing, etc.— y sólo a partir de 1966 comenzaron a reformarse las leyes represivas. En el terreno del cine, fueron precursoras las películas, ambas de 1961, Homicidio (William Castle) y Sabor a miel (Tony Richardon), que insinuaban la condición homosexual de sus protagonistas. El interés de Pride (Orgullo) de Matthew Warchus —experimentado hombre de teatro del que sólo conocíamos la discreta película Círculo de engaños (2003)— reside en su inteligente guión y en su brillante realización, con un neto predominio del tono de comedia frente a aislados momentos dramáticos —el SIDA, los padres frente a la salida del armario del hijo, el machismo intransigente y agresivo— sin abusar nunca de los gestos amanerados ni de los ligues propiciados por el ambiente.
La película posee todos los elementos necesarios para convertirse en un gran éxito de taquilla porque su optimismo vital, su tolerancia ideológica y su emotivo desenlace le permiten llegar a un público mucho más amplio del que lograron, con su realismo fuertemente pesimista, tanto La ley del más fuerte (R. W. Fassbinder, 1975) como El lugar sin límites (Arturo Ripstein, 1978).
Y sin ir tan lejos, aún recuerdo que en los años 70, al final del franquismo, en el partido comunista español predominaba la homofobia mientras muchos gays estaban más preocupados por sus propios ligues que por conquistar las libertades colectivas. Una poderosa contribución a la buena acogida de Pride (Orgullo) la constituye su banda sonora: música pop y disco de aquella época con “hits” de los ya míticos grupos Frankie go to Hollywood, New Order, Pet Shop Boys, Culture Club y Bronski Beat.
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