(3) EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS, de Alice Rohrwacher.

LA ISLA DE LOS ETRUSCOS
La cineasta italo-germana Alice Rohrwacher obtuvo con este hermoso film el Gran Premio del Jurado en Cannes 2014 y su guión recoge algunos datos autobiográficos (la vida campestre, las colmenas y la miel, los padres de diferentes procedencias y culturas, etc.) pero El país de las maravillas es, esencialmente, un relato de ficción protagonizado por una familia poco convencional que se refugia en una vieja granja para preservar a cuatro niñas de los peligros de una sociedad hostil.
El padre cree en el próximo fin del mundo y la madre —la actriz Alba Rohrwacher, hermana de la realizadora— aguanta como puede las duras condiciones de su existencia, pues no hay una visión bucólica, idealizada, sobre la agricultura y la producción artesanal sino bastante laboriosa y sin horizontes. El campo es el último refugio de los idealistas, habitado por antiguos hippies que han tenido que ponerse a trabajar. Su imagen es la de la pobreza y la decadencia.
El realismo de este universo crepuscular tiene como contrapunto el artificio del reality-show televisivo —presencia estelar de Monica Bellucci— y del folklórico ceremonial etrusco. Ambientada en el centro de Italia, cerca de Viterbo, en la región de Umbría, tras un arduo trabajo de localización de escenarios, la película presenta la figura del padre como la de un ser algo lunático y de rasgos autoritarios pero amante de sus hijas, a las que pretende educar a su manera, no pudiendo evitar que la mayor llegue a la adolescencia y sienta su primer amor hacia un pequeño delincuente allí conducido para su reeducación.
En el film se combina la autenticidad y la fábula, el naturalismo y el lirismo. Su estilo es una actualización de las diversas aportaciones del Neorrealismo, desde la crónica cotidiana (Zavattini-De Sica) al costumbrismo (Lattuada) y desde el documento antropológico (Pasolini) a la fantasía poética (Fellini). Prueba de ello son los cuerpos y rostros vulgares de actores y actrices así como el choque entre una Naturaleza casi virgen y la modernidad tecnológica con sus plaguicidas y leyes restrictivas (trabajo infantil, higiene en el taller, etc.). Pero si en El espíritu de la colmena (Víctor Erice, 1973) todas las abejas seguían unas conductas irracionales, pautadas y uniformes (una sutil metáfora de la forzosa obediencia a los dictados del franquismo), en esta ocasión representan la complejidad y la incertidumbre en la búsqueda de la libertad.
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