(2) SELMA, de Ava DuVernay.

MARTIN LUTHER KING JR.
Pese a la abolición de la esclavitud por Abraham Lincoln en 1865, la población afroamericana de Estados Unidos sufrió un siglo más de pobreza, vejaciones y discriminaciones hasta ver reconocidos sus derechos civiles y, especialmente, el derecho al voto como puerta de acceso a todos los demás.
Han sido muchas —y de diversa calidad— las películas que han presentado desde una óptica liberal y progresista los maltratos a los negros así como sus protestas y revueltas por la discriminación social, política y económica sufrida. En el ámbito cinematográfico, al principio los actores blancos tiznaban con betún sus rostros —¡como muchos reyes Baltasar de nuestras cabalgatas navideñas!— y más tarde hubo una producción de películas baratas destinadas en exclusiva —en salas reservadas a “gente de color”— a ese público mayoritariamente pobre e inculto. Y cuando en los años 40 los actores pudieron incorporase a Hollywood, en papeles secundarios, se limitaron a representar a criados, músicos, bailarines y a graciosos sin pizca de seso.
Ahora nos llega una crónica fílmica que se centra en la estancia del pastor baptista Martin Luther King Jr. (1929-1968) en la ciudad sudista de Selma (Alabama), donde en la primavera de 1965 contribuyó a organizar tres marchas hacia Montgomery: la primera fue abortada por la dura represión de la policía; la segunda fue suspendida por motivos estratégicos ante la pasividad de las fuerzas de seguridad y la tercera, multitudinaria, fue llevada a término con enorme éxito. El líder de la lucha por los derechos civiles de los afro-americanos ya había encabezado la gran marcha sobre Washington —el célebre discurso “He tenido un sueño…”— en 1963 y había sido premiado con el Nobel de la Paz en 1964.
Lamentablemente, el film ahora estrenado —el primero protagonizado por la figura de M. L. K. debido a que sus herederos pedían una exagerada suma de dinero para poder utilizar textualmente sus brillantes discursos— es el típico biopic sobre la figura de un luchador legendario que no se aparta de la trillada senda de la hagiografía, del retrato de un mito con más virtudes que defectos y con más certezas que vacilaciones. Por eso echo en falta aquí la objetividad y la complejidad de los buenos filmes políticos, aquellos que logran trascender la acumulación de anécdotas sin convertirlas en mera propaganda.
En la película aparecen los principales políticos racistas que se opusieron a la labor de Luther King a favor de los derechos civiles de los negros: el sheriff Jim Clark, el gobernador George Wallace, el director del FBI Edgar Hoover y el propio presidente Lyndon B. Johnson, indeciso al principio pero que acabó por facilitarles el voto en 1965, unos meses después de que la TV mostrara en directo la sangrienta y fallida primera marcha en Selma. Aparece brevemente Malcolm X —poco antes de ser asesinado y a quien Spike Lee dedicó un film en 1992— cuya lucha violenta le apartó de la desobediencia civil y de la resistencia pasiva propugnada por Luther King, que se inspiraba en los métodos de Mahatma Gandhi. Muchas organizaciones radicales afro-americanas como el Poder negro, los Hermanos musulmanes, los Panteras negras, etc. le habían definido como un “Tío Tom”, prototipo literario del negro resignado y colaboracionista con la supremacía blanca. Pero ya sabemos que M. L. K. murió tiroteado en Memphis en 1968. Tenía 39 años.
No obstante, hay que analizar Selma como una obra cinematográfica y no como representación de una justa reivindicación política y por eso si llegamos a emocionarnos al final no es por sus cualidades formales sino por la fuerza moral y la razón histórica que destila el relato. A destacar una banda sonora —su canción principal ganó el Oscar este año— compuesta principalmente de música gospel y spirituals, a los que da soporte la presencia como personaje de la gran Mahalia Jackson.
Leave a reply
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.