(2) PURO VICIO, de Paul Thomas Anderson.

CONFUSA TRAMA DETECTIVESCA
Este séptimo largometraje del cineasta Paul Thomas Anderson (Los Ángeles, 1970) viene a reavivar la discusión que suele acompañar al realizador de Boggie nights (1997), Magnolia (1999), Pozos de ambición (2007), The master (2012), etc. porque en esta ocasión ha adaptado una novela de Thomas Pynchon para convertirla en un film posmoderno que rompe con todas las reglas tradicionales del género “negro” clásico. Si Sam Spade o Philip Marlowe conservaban su elegancia, su fina ironía y las buenas maneras pese al estercolero moral en el que solían adentrarse, el Larry “Doc” Sportello encarnado aquí por Joaquín Phoenix —cuyo estilo interpretativo evoca al del célebre “método”— aparece como un sabueso marginal, sucio, mal vestido, con un pelo mugriento, pasota y adicto a fumar hierba.
Estamos ya en el tránsito de los años 60 a los 70 y la rigurosa lógica detectivesca en la resolución de la intriga que se impuso en la posguerra se diluye en medio de un guión demasiado confuso —con sus tramas, subtramas, decenas de personajes, diversidad de ambientes, variedad de delitos y sexualidad compulsiva— cuyo desarrollo narrativo arranca con la confidencia de una antigua novia del protagonista que acaba destapando todo un caudal de podredumbre.
Hay un contaste evidente, que es como un telón de fondo, entre dos formas de vida, con el consiguiente desengaño para quienes son arrollados por el tren de los nuevos tiempos y que funciona como metáfora de una sociedad estadounidense que ha perdido ya la inocencia, pasando de la honradez económica, la vida natural, la contracultura hippy y las ansias de paz a unos valores de recambio dominados por la corrupción y los negocios sucios: la guerra de Vietnam, las depredadoras operaciones inmobiliarias, la sustitución de la marihuana por la heroína, la privatización de la sanidad pública con el abandono a su suerte de los más pobres y las bandas neo-nazis como guardianes de la ley y el orden del país. Richard Nixon era aún presidente de la nación y Ronald Reagan era el gobernador de California.
El problema de Puro vicio radica en su desmesura y dispersión porque resulta difícil encajar bien las numerosas piezas del puzzle que se van mostrando a lo largo de dos horas y media de proyección. El espectador puede perderse ante tanto recoveco argumental. Atractiva banda sonora con buenas canciones de la época retratada.
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