(2) EL LIBRO DE LA VIDA, de Jorge R. Gutiérrez.

HAY VIDA MÁS ALLÁ DE LA MUERTE
Cuenta el propio realizador que en una ocasión acudió a una entrevista de trabajo en California donde presentó unos bocetos inspirados en personajes y relatos clásicos. A su interlocutor no le interesaron y mientras le conminaba a abandonar el despacho, éste vio una carpeta suya olvidada con dibujos relacionados con la cultura indígena del país azteca. Quedó maravillado, reconociendo en Jorge R. Gutiérrez un estilo particular que debía desarrollar en vez de limitarse a emular a otros.
La opera prima del realizador mexicano, El libro de la vida, materializa esta lección aprendida, configurando un hermoso pero siniestro cuento empapado del realismo mágico latinoamericano y del folklore autóctono. Partiendo de un corto que dirigió en el Instituto de las Artes de California (CalArts) titulado Carmelo (2000), con el que ganó el Student Emmy Award y participó en diversos festivales alrededor del mundo, Gutiérrez recupera los mitos y las tradiciones de México en todo su esplendor, siendo la estrecha y etérea frontera entre la vida y la muerte el eje principal de la historia.
Financiada por Guillermo del Toro, quien le dispensa un sello de ambiciosa producción USA, la película abandona los modelos habituales de la industria estadounidense —Pixar-Disney, DreamWorks, 20th Century Fox, Universal— ofreciendo algo distinto, tan exótico como entretenido, si bien se sustenta en la tan manida trama del triángulo amoroso.
En esencia, un joven fallece creyendo que su amada ha muerto y la busca por el inframundo, poniendo a prueba sus miedos e inseguridades para conseguir volver a la vida y salvar a su pueblo de una horda de forajidos. Sin embargo, es su empaque visual lo mejor de El libro de la vida, una animación digital en 3D con personajes que simulan ser marionetas de madera y una estética que llama la atención por sus originales diseños y su espectacular colorido. Cuando el relato se adentra en el mundo de los Recordados, un lugar en permanente fiesta donde habitan los muertos, se alcanza el clímax óptico, derrochando imaginería siniestra que nos recuerda al mejor Tim Burton y su interesante La novia cadáver (2005) pero en versión latina.
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