(1) NO CONFÍES EN NADIE, de Rowan Joffe.

CRIMEN SIN MEMORIA
Existen diversos géneros cinematográficos que por su propia naturaleza, por sus singularidades temáticas o narrativas, exigen un pacto de verosimilitud entre el director y el espectador; el primero propone un conjunto de reglas —análogas o distantes de lo que entendemos por “realidad”— que conforman el escenario donde se narra la historia y el segundo acepta creérselo durante el metraje para así poder “entrar” en ella, empatizar o identificarse con el/la protagonista. Gracias a ello nos aterramos ante un suceso paranormal sufrido por una joven pareja en una vieja casa perdida en el bosque o admiramos a un superhéroe con capacidades sobrehumanas que salva el mundo de una invasión alienígena. Un thriller correctamente realizado, con un guión sólido y unos personajes bien definidos, no requiere un gran esfuerzo aceptar que lo que se nos cuenta es creíble, a no ser que esté contextualizado en un lejano futuro o se ubique en un planeta extrasolar. Sin embargo, la intriga amnésica de No confíes en nadie precisa una considerable relajación de la credulidad cuando no una manifiesta predisposición al engaño.
Basada en la exitosa novela de S. J. Watson Before I Go to Sleep, el segundo largometraje de Rowan Joffe nos habla de la indefensión que provoca la pérdida de memoria y de cómo ésta afecta a nuestra propia identidad.
Su protagonista se despierta cada mañana totalmente amnésica, siendo su atento y afectuoso marido quien le otorga una identidad y un escueto relato de su vida. Pero varias imprecisiones y titubeos de su cónyuge despiertan la sospecha y, con la ayuda de un entregado psiquiatra, elabora un diario íntimo audiovisual que le permite investigar sobre su pasado, esclareciendo también las causas de su trastorno.
Atiborrado de suspense y sustentado en confusos y fugaces recuerdos, No confíes en nadie crea una angustiosa atmósfera de misterio que se prolonga a lo largo del relato, excesivamente alargado mediante exiguas tramas secundarias, personajes sacados de la chistera y oportunos giros de guión, dando la sensación de que nada es lo que parece y todos ocultan algo con medias verdades o mentiras rodeadas de veracidad. Joffe convierte la película en un liviano pasatiempo en el que se debe distinguir lo falso de lo verdadero para reconstruir una memoria dañada.
Resulta inevitable no compararla con otros títulos que juegan con la desmemoria del personaje principal, desde la remarcable Recuerda (Alfred Hitchcock, 1945) a la interesante Mulholland Drive (David Lynch, 2001) pasando por Memento (2000), extravagante rompecabezas narrativo con el que Christopher Nolan alcanzó fama mundial.
Desgraciadamente, la resolución de la trama peca de una gran ingenuidad y un epílogo elegíaco sobre la reconciliación familiar acaba de echar al traste un film con premisas interesantes, que ni la presencia de dos pesos pesados de Hollywood como Nicole Kidman y Colin Firth pueden reflotar.
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