(1) CAPITÁN HARLOCK, de Shinji Aramaki.

PIRATAS DEL ESPACIO
Esta ambiciosa y grandilocuente adaptación fílmica del mítico manga homónimo creado por Leiji Matsumoto en 1977, convertido en una serie animada emitida en algunas TV autonómicas a mediados y finales de los años ochenta, recoge el testigo de la animación digital hiperrealista de títulos como Final Fantasy: La fuerza interior (2001) o Beowulf (2007), filigranas técnicas que causaron en su época el asombro tanto del público como de la crítica especializada.
Es precisamente la tecnología CGI el gran reclamo de esta space opera contextualizada en un futuro post-apocalíptico, en el que un misterioso pirata espacial se enfrenta, a bordo de su nave Arcadia, a la poderosa Coalición Gaia, un régimen corrupto y totalitario que gobierna a la Humanidad e impide a los exiliados terrícolas regresar a su planeta natal, convertido en un santuario. Además de contar con un protagonista carismático que mezcla el poder icónico del clásico corsario inglés con la imaginería futurista de la saga Star Wars, Capitán Harlock rebosa épica y aventura, con abundantes escenas de batallas galácticas, tiros y explosiones. Su diseño artístico steampunk es muy estimulante como alternativa a las asépticas y puritanas visiones futuristas.
Sin embargo, pronto se revela que tras un soberbio envoltorio que recubre todo el film se esconde un argumento vacuo y pueril. Los desconocedores de la obra original de Matsumoto, entre los que me incluyo, podemos perder fácilmente el hilo del relato. Y, por lo que me cuentan mis nostálgicos amigos, esta versión cinematográfica carece del sentido del humor de aquella. Una descompensación que empobrece Capitán Harlock injustamente, pues para su elaboración se ha invertido un elevadísimo presupuesto, tardando 5 años en culminar el proceso de producción. Mucha espectacularidad pero poca emoción.
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