(2) WHIPLASH, de Damien Chazelle.

LAS ANGUSTIAS DE UN BATERÍA DE JAZZ
Segundo largometraje de Damien Chazelle —nacido en 1985, estudios en Harvard— que utiliza abundantes datos de su propia biografía para elaborar el guión de este film que expone las muchas dificultades que obstaculizan la carrera de un joven batería de jazz especialmente atormentado por la severa y autoritaria manera de dirigir la banda por un profesor que, en el fondo, resulta tan tierno como preocupado por la educación musical de sus alumnos.
Son muchas las películas que han abordado el mundo del jazz retratando a sus principales figuras, pero generalmente lo han presentado como un contexto negativo donde la vida bohemia transcurre rodeada de sexo, juego, alcohol y drogas. Se salvan de esta visión dominante los solventes filmes de Bertrand Tavernier (Alrededor de la medianoche, 1986), Clint Eastwood (Bird, 1988) y pocos más. En esta ocasión se nos muestra el duro aprendizaje jazzístico como un camino sembrado de sangre, sudor y lágrimas en el que son muchos los llamados y pocos los escogidos pues la mayoría de ellos abandonan y otros acaban vencidos por la ansiedad y la depresión e incluso unos pocos por el suicidio.
Lo peor de Whiplash es que presenta de forma sensacionalista, como una tragedia, lo que no es sino la necesaria perseverancia y disciplina para llegar a ser un buen músico de jazz en general y un gran batería en particular, apelando a la genialidad y a un exagerado sacrificio cuando en realidad se trata de una cuestión de trabajo, aplicación, constancia, talento y labor de conjunto. Está fuera de lugar pues aquí esa obsesión tan estadounidense por el éxito individual a cualquier precio.
Pero aunque sobran bastantes tópicos, el film contiene elementos divulgativos de interés: la batería como fundamental base rítmica del grupo; la demasiado esquemática explicación de la decadencia actual del jazz —la técnica y la profesionalidad no pueden suplantar a la pasión y al feeling de los intérpretes—; las alusiones verbales a los maestros como Buddy Rich, Charlie Parker, Jo Jones y Louis Armstrong; la reiterada ejecución de “Caravan” de Duke Ellington y de piezas de Justin Hurwitz, responsable de la banda sonora, etc.
Whiplash es el típico film independiente USA hecho con más entusiasmo que dinero y que logró ser premiado en Sundance. La cámara enfoca a los instrumentos desde muy cerca, se muestran las clases en un conservatorio de Nueva York, los abundantes concursos para bandas de jazz y la apoteósica consagración del protagonista en el Carnegie Hall. También se alude, de forma bastante discutible, a la dudosa compatibilidad entre la plena dedicación a la música y una vida amorosa normalizada.
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