(2) MIL NOCHES, UNA BODA, de Marie Amachoukeli, Claire Burger y Samuel Theis.

LIBERTAD VS RESPONSABILIDAD
Titulada Party girl en su versión original y premiada con la “Cámara de Oro” a la mejor opera prima en el festival de Cannes 2014, nos hallamos ante una modesta producción francesa, rodada con el tomavistas al hombro, que podríamos incluir en el llamado Cinema-verité, un movimiento renovador iniciado en los años 60 al margen de la industria —Jean Rouch y Chris Marker en Francia; John Cassavetes y Andy Warhol en USA, etc.— cuya principal característica era transitar un terrero expresivo que participaba por igual de la ficción filmada con estilo documental y del reportaje estructurado en forma de ficción por un guión previo. A ese modo de acercarse a la realidad pertenece todo un estilo narrativo que va, en España, desde El desencanto (Jaime Chávarri, 1976) a Carmina o revienta (Paco León, 2012).
Mil noches, una boda cuenta la historia de Angélique Litzenburguer, una mujer de 60 años, veterana camarera de un club se alterne situado en la Lorena, cerca de la frontera entre Francia y Alemania, madre de dos hijos y dos hijas ya independizados, que se debate en la duda entre seguir con su promiscua e independiente vida de noctámbula o aceptar la proposición de matrimonio de un antiguo cliente, lo que supondría un cambio radical de costumbres, obligándole finalmente a “sentar la cabeza”.
Los personajes son actores no profesionales que se limitan a representar sus propias vidas a partir de un esbozo de guión y con grandes dosis de improvisación. El resultado es satisfactorio sólo a medias porque el relato, de tono bastante serio, resulta un poco edulcorado tras haber suprimido los episodios más turbios —seguramente la prostitución, el alcoholismo o el abandono de los hijos—, sin profundizar lo suficiente en las peripecias de gente corriente que debe sobrevivir entre la marginalidad y los trabajos mal pagados.
Para algunos, el film es una invitación a reflexionar sobre el sentido y los límites de la libertad, el hedonismo y la responsabilidad. Pero los materiales utilizados en esta mirada testimonial se quedan a medio camino.
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