(2) HOMBRES, MUJERES Y NIÑOS, de Jason Reitman.

LA IDENTIDAD VIRTUAL
Tras indagar en los conflictos y miserias personales inherentes a la vida contemporánea en las destacables Juno (2007), Up in the air (2009) y Young adult (2010), el cineasta canadiense Jason Reitman configura un retrato caleidoscópico en torno al cambio que ha provocado en las relaciones humanas las nuevas tecnologías, reflejando un mosaico de desengaños e inseguridades de unas personas que, contradictoriamente, se encuentran cada vez más aisladas.
Basándose en la novela homónima de Chad Kultgen, Hombres, mujeres y niños manifiesta la desorientación y la crisis de identidad en la que se encuentra el ser humano actual, a través de una película coral ambiciosa en sus objetivos, interesante en sus planteamientos pero discreta en cuanto a resultados. Y ello se explica por el amplio pero convencional catálogo de historias que forman el entramado argumental, desde la cheerleader tonta pero guapa/atractiva que fracasa en sus sueños de fama, pasando por la anoréxica ingenua e insegura que es seducida por el ligón de la clase y la madre controladora que asfixia a su hija adolescente, hasta un matrimonio en crisis que busca amantes por Internet como aliviadero a su monótona convivencia. Un extenso retablo de arquetipos que, sin embargo, no desarrolla toda la complejidad de los vínculos afectivos mostrados. Otro reproche que puede darse al film es que solamente recalca los aspectos negativos de las redes sociales, sin apenas mencionar sus cosas buenas, que las tiene…
Eso sí, adaptándose a los recientes artilugios tecnológicos que nos permiten una comunicación instantánea, Hombres, mujeres y niños utiliza su mismo lenguaje y los mismos recursos visuales, accediendo a la privacidad de las conversaciones. Facebook, Twiter, Instagram, buscadores de Internet, pantallas de móvil… toda una red de conexiones se despliegan en la gran pantalla enfatizando la doble existencia del llamado Homo Digitalis: su vida real y su vida virtual, su ámbito privado y su ámbito público. Una dicotomía que, cuando no armonizan ambas facetas, suele acabar mal.
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