(1) LOS PINGÜINOS DE MADAGASCAR, de Simon J. Smith.

COMANDO DE ÉLITE
En ocasiones, un personaje secundario de una película o de una serie de TV, cuya única función es a priori servir de telonero del protagonista, adquiere tanta fama que acaba protagonizando su propio film. En el terreno de la animación es lo que le pasó en 2011 al Gato con Botas, de la saga Shrek. Ahora les toca a los pingüinos de la saga Madagascar. También se está preparando el spin-off de Scrat, la ardilla prehistórica de la saga Ice Age.
Incapaz de competir en creatividad con Pixar, DreamWorks prefiere no arriesgar y transita por terrenos ya explorados. Así, el éxito de las andanzas del león Alex, de la cebra Marty, de la jirafa Melman y del hipopótamo Gloria es el aval con que esta simpática cuadrilla de pingüinos se emancipa para vivir en solitario sus propias aventuras.
Comedia de acción de perfil bajo y trazo grueso, Los pingüinos de Madagascar asimila la fórmula animada, heredada de los clásicos Tex Avery y Walter Lantz, basada en la antropomorfización animal contextualizada en un ambiente delirante y cómico que parodia un género específico, en este caso concreto el thriller de espías que enfrenta unos agentes del orden contra un villano que aspira a destruir el mundo tal y como lo conocemos.
Mucho humor enfrascado en una sucesión interminable de divertidos gags, pero su excesivo infantilismo condena este film al olvido. Los responsables de Los pingüinos de Madagascar renuncian a enriquecer la narración con conceptos un poco más elevados y tramas algo más complejas, negando así al público adulto participar en la historia, tal y como logra la citada competencia. Entretenimiento para los más pequeños, previo pago por taquilla. Y nada más.
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