(3) NUNCA ES DEMASIADO TARDE, de Uberto Pasolini.

NADIE HABLARÁ DE NOSOTROS CUANDO HAYAMOS MUERTO
El segundo largometraje de Uberto Pasolini —productor de Full Monty (1997), de Peter Cattaneo— es un relato marcado por su sello personal no sólo por haberse encargado del guión, la dirección y la producción sino también por su singular estilo caracterizado por la escasez de medios, por personajes y ambientes cotidianos y por una práctica narrativa marcada por una sobria austeridad que se manifiesta especialmente en el uso sistemático de planos fijos —una confesada influencia de Yasujiro Ozu—.
Este film, galardonado con cuatro galardones en el festival de Venecia 2014, lleva por título original Naturaleza muerta, un concepto pictórico que define con contundencia la rutinaria vida de John May —el estupendo actor Eddie Marsan—, un funcionario municipal londinense ordenado y meticuloso encargado de buscar a los posibles familiares y amigos de quienes han fallecido de forma anónima y solitaria, generalmente personas pobres y marginadas por razones diversas. John deberá además asistir al funeral, escribir el discurso mortuorio, elegir la música ceremonial y encargarse de la exhumación gratuita del cadáver. Lamentablemente, una reducción de plantilla por recortes presupuestarios le llevará al paro. Tras su último trabajo, deberá emprender una nueva existencia, adaptarse a nuevas costumbres y establecer relaciones personales nunca abordadas. Hasta que de forma inesperada llega el paradójico desenlace.
Asesorado por una buena documentación previa, Uberto Pasolini examina en Nunca es demasiado tarde el triste destino de unos cuantos ciudadanos que han caído víctimas de su falta de empatía y de integración social, castigados a la soledad, a la insolidaridad y a diversas adicciones. La imagen del protagonista remite a ciertos antihéroes de Franz Kafka, burócratas desarraigados incapaces de encontrarles sentido a sus ocupaciones habituales, mostrado en este caso con un humor tierno y melancólico que nos remite a los filmes del finlandés Aki Kaurismäki.
Una delicada música de Rachel Portman en la banda sonora, con arreglos dominados por el sonido del arpa, acompaña los rutinarios y humanitarios afanes del protagonista.
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