(1) ORÍGENES, de Mike Cahill.

EL PRODIGIOSO SENTIDO DE LA VISTA
Segundo largometraje de Mike Cahill —guionista, director, productor y montador—, que debutó con Otra tierra (2011), premiada en Sundance, una película de ciencia-ficción que utilizaba elementos fantásticos convencionales aunque plenamente aceptados y asimilados en cuanto género por el espectador. Orígenes, en cambio, es más un drama anclado en el mundo real que, no obstante, evidencia la contradictoria pasión de M. Cahill por la tecnología y, a la vez, su fascinación por el esoterismo. Soy consciente de que hay algunos críticos que adoran este cine lleno de resonancias místicas, que ellos califican de profundas y trascendentales. A mí este film, con su mezcla de ciencia y de filosofía, repleto de implicaciones líricas, metafísicas y religiosas, me deja frío porque no encuentro en él la coherencia y el rigor exigibles.
Ya es vieja la polémica entre razón y fe. En esta ocasión Cahill vuelve a abordar la cuestión a través de su protagonista, el Dr. Ian Gray, un biólogo molecular que investiga la capacidad animal de captar imágenes lograda a lo largo de millones de años por las diversas especies de la fauna hasta llegar al hombre actual. Y el cineasta queda fascinado por la belleza del ojo humano, por su perfecta funcionalidad, precisión y complejidad pero, sobre todo, por las características del iris, a modo de exclusivo D.N.I. personal, que contribuye decisivamente a la milagrosa función de la vista.
El realizador construye un lenguaje narrativo posmoderno con voluntad de afirmarse como “autor” pero su guión me parece un revoltijo bastante inconsistente, mixtificador y zigzagueante, con el consiguiente desequilibrio entre grandes pretensiones y discutibles resultados. El guión mezcla sin ton ni son amores, almas, ateísmo, muerte, reencarnación, oftalmología, misterios de la vida, evolución darwiniana y genética, entre otras cuestiones, en una especie de Cuarto milenio fílmico lastrado por cierto tufillo ideológico de carácter retrógrado que provoca el deslizamiento desde el positivismo a la espiritualidad, desde la experimentación al dogma, desde las evidencias a las creencias y desde el materialismo al concepto de dios. Aquí todo vale.
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