EUROPEOS EN HOLLYWOOD (IX)

GRETA GARBO
Greta Lovisa Gustaffson nació en 1905 en Södermalm, un arrabal de Estocolmo, en el seno de una familia humilde, como Cary Grant. Al morir su padre cuando ella contaba 14 años, tuvo que dejar la escuela y ponerse a trabajar para ayudar al mantenimiento de la familia, formada por su madre y dos hermanos. Trabajó en una barbería y después en unos almacenes, donde el gerente reparó en su belleza y utilizó su rostro para fotografías publicitarias. Posar para los reportajes despertó en ella el gusanillo de la interpretación y se matriculó en la escuela de arte dramático. Un profesor le presentó al director de cine Eric Petscher, que le dio un pequeño papel en Pedro el tramposo (1921).
Tras unos comienzos titubeantes, su carrera se dispara cuando tropieza con Mauritz Stiller, que mejora su look, le cambia su largo apellido por el de Garbo, segunda coincidencia con Cary Grant, y la dirige en una de las dos películas que hicieron que todo el mundo conociera su rostro y empezara a admirarla : La saga de Gösta Berling (1924). La otra fue La calle sin alegría / Bajo la máscara del placer (1925), del gran G.B. Pabst.
Stiller fue contratado por la Metro Goldwyn Mayer e influyó para que se interesaran en la actriz. En 1926 rodó dos películas en la meca del cine: El torrente y The Temptress, basadas en sendas novelas de Blasco Ibáñez: Entre naranjos y La tierra de todos.
En quince años protagonizó 24 películas para la MGM, que la mantuvo a la cabeza de sus estrellas todo el tiempo: basta repasar los títulos de sus mayores éxitos para poder ver cómo la mimaba el estudio: Ana Karenina (1927), Anna Christie (1930), Mata-Hari (1931), Gran Hotel (1932), La reina Cristina de Suecia (1933), El velo pintado (1934), María Walleska (1937)… verdaderos bombones para su lucimiento, pero…
Greta Garbo fue desde el principio una estrella, en el peor sentido del término. Algunas han logrado convertirse en actrices, unas pocas incluso en grandes actrices. La Garbo podía haber sido una de ellas, a tenor del resultado de su trabajo en sus dos últimas películas, Ninotchka (1939) y La mujer de las dos caras (1941), pero entonces lo abandonó todo y se enclaustró. Bueno, en realidad se instaló en su lujosa mansión de Nueva York, pasando casi cincuenta años más escondiéndose y esquivando a los paparazzi.
Recuerdo que en una crónica anterior apunté que a mí siempre me ha parecido que la Garbo estaba sobrevalorada. Me ratifico en ello. La veo pasear su hieratismo por las películas citadas, filmada, iluminada y fotografiada por los mejores profesionales de la MGM, amada por los más apuestos galanes y arropada por secundarios de lujo. El acabado de casi todas sus películas es excelente, pero…
Quiero decir… cerrad los ojos e imaginad a Katherine Hepburn en Ana Karenina, a Bette Davis en Anna Christie, a Audrey Hepburn en Mata-Hari o a Ingrid Bergman en La reina Cristina de Suecia y lo entenderéis. (Estas cuatro actrices no las he tomado a voleo: en la lista que el American Films Institute estableció eligiendo las mejores actrices de la historia del cine ocupaban, por el mismo orden, los cuatro primeros puestos. La quinta posición era para Greta Garbo).
Mauritz Stiller solo la dirigió en Hollywood en The Temptress (1926), que no pudo acabar. Sus diferencias de criterio con el sistema de producción americano llevaron a la Metro a rescindir el contrato a mitad del rodaje; la terminó Fred Niblo. Stiller regresó a Suecia y murió tres años después.
Salvo Clarence Brown, con el que trabajó en siete ocasiones, los demás realizadores de MGM solo rodaron con Garbo una o dos películas. Directores de la talla de Mamoulian, Fitzmaurice, Feyder, Goulding, Cukor, ¡hasta el mismísimo Victor Sjöström! contribuyeron a engrandecer la figura de La Divina, apelativo nacido precisamente de la película de Sjöström, La mujer divina (1928). Puede que fuera una obra maestra, pero desgraciadamente solo se conservan 9 minutos.
Fue nominada al Oscar en tres ocasiones, pero nunca lo logró. En 1955 le concedieron una estatuilla honorífica a toda su carrera, tercera coincidencia con Cary Grant. Todavía hay una cuarta, pero no voy a entrar en ese jardín. Si os interesan las pulsiones sexuales de actores o actrices, tenéis donde encontrar abundante material. Por cierto, la Garbo rechazó el Oscar honorífico.
El 15 de abril de 1990 falleció, víctima de un síndrome renal complicado con una neumonía, a los 84 años.
INGRID BERGMAN
Ingrid Bergman nació en Estocolmo el 29 de Agosto de 1915, hija de un fotógrafo y una señora alemana que murió cuando Ingrid contaba tres años. Su padre lo hizo ocho años después y la niña fue acogida por una tía paterna, que, ¡vaya por Dios! pasó a mejor vida a los seis meses. Otro hermano de su padre, Otto Bergman, un valiente sin duda, se hizo cargo de tan peligrosa huerfanita.
Ingrid quiso ser actriz desde niña y aunque a su tío no le gustaba la idea —en Suecia, como en todas partes, la gente de la farándula no estaba bien vista por las “personas de orden”— tuvo que transigir ante la firme determinación de la niña, que a los 16 años ya empezó a frecuentar los estudios como extra. A los 18 ingresó en la Real Academia de Arte Dramático de Estocolmo.
A los 22 años, cuando ya empieza a obtener papeles relevantes en el cine, aunque su verdadera vocación siempre fue el teatro, se casa con el dentista Petter Lindström. Tiene una hija, Pía.
En un par de años interpreta una docena de films, entre ellos Intermezzo (1936), una romántica historia de amor entre un famoso violinista y la profesora de piano de su hija. Una vez más, David O. Selznick al ver una película europea que le gusta quiere trasplantarla, en este caso incluyendo a la actriz. La versión americana, con Ingrid y el inglés Leslie Howard la dirigió el actor y director judío-ruso Gregory Ratoff (le recordaréis en Eva al desnudo (1950), donde interpretaba a Max Fabian, el empresario teatral a cuya conquista se lanza, con todas sus armas, una impresionante Marilyn). Intermezzo (1939) refrendó el éxito obtenido por la versión sueca. La Bergman regresó a Suecia y rodó un par de películas más, pero en 1941 hizo el equipaje, incluyó en él al dentista y a su hija Pía y se estableció en la Meca del cine.
Puede decirse que recibió el testigo de manos de Garbo, ya que empezó la primera parte de su carrera hollywoodense en 1941, el mismo año en que la Divina se autojubilaba.
Su ascenso a la fama fue fulgurante: entre el 41 y el 49 protagoniza 13 películas, entre ellas Casablanca (1942); Por quién doblan las campanas (1943), que le reporta su primera nominación al Oscar; Luz que agoniza (1944), con la que gana su primera estatuilla, las 3 películas de Alfred Hitchkock, Recuerda (1945), Encadenados (1946) y Atormentada (1949); y otras dos nominaciones por Las campanas de Santa María (1945) y Juana de arco (1948).
Y cuando parece que nada puede detener su irresistible ascensión, sucede algo: Ingrid Bergman va al cine y ve Roma, ciudad abierta (1945) —puede que también Paisa (1946)— y la dejan absolutamente obnubilada. Como diría mi nieto, la sueca flipa en colores. Entonces se inicia una correspondencia entre ella y Rossellini que al poco tiempo traspasó la mera admiración profesional. Rossellini fue a Hollywood y paso unos días con la familia Lindström. Al poco tiempo Ingrid viajó a Italia, en principio para unos tres meses, el tiempo que durase el rodaje de Stromboli (1950), pero se quedó seis años y esta vez se le olvidó incluir en el equipaje al dentista y a su hija.
Brevemente, porque el objetivo de estas crónicas es Hollywood: la puritana sociedad americana anatemiza a Ingrid —el resto del mundo occidental también— sobre todo cuando al año de su fuga da a luz a Roberto Rosellini Jr. En 1952 pare las gemelas Isabella e Issota, en Estados Unidos la declaran persona non grata y le prohíben la entrada en el país, como hicieron con Chaplin; su popularidad está por los suelos. Las 6 estupendas películas que rueda con Rosellini son un fracaso y la situación financiera de la familia bordea la bancarrota. La relación del matrimonio se enfría. Ingrid marcha a París para rodar a las órdenes de Jean Renoir, Elena y los hombres (1956) donde, a sus 41 años, exhibe una belleza impresionante. Ese mismo año trabaja en una película de Hollywood, aunque filmada en Londres, Anastasia (1956).
Al año siguiente se producen acontecimientos importantes para su carrera: por un lado, se divorcia del director italiano, por otro cosecha un gran éxito en Francia interpretando en los escenarios a la protagonista de Té y simpatía (1956). La sociedad estadounidense decide perdonarla y Hollywood no encuentra mejor manera de recibir a la hija pródiga que otorgarle el Oscar a la mejor actriz por la citada Anastasia. De todos modos, ella no regresa aún a América. La estatuilla la recoge su amigo Cary Grant.
En 1958 contrae matrimonio por tercera vez, ahora con un productor teatral sueco, Lars Schmidt, del que también se divorciaría unos años después y su carrera continúa de manera brillante, tanto en Hollywood como en toda Europa. Sus triunfos teatrales en cinco idiomas, que habla perfectamente, sueco, inglés, francés, italiano y alemán son apoteósicos en todos los países en que actúa y numerosos premios los refrendan.
En el cine siguió ofreciendo muestras de su enorme talento, como en Asesinato en el Orient Express (1974) que le valió un tercer Oscar, ahora como actriz de reparto o en Sonata de otoño (1978) donde por primera y única vez trabajó para su paisano y tocayo Ingmar Bergman y obtuvo otra nominación. En total, de siete nominaciones obtuvo tres Oscars, solo superada por Katherine Hepburn, con cuatro. Ahora tiene también tres Merril Streep.
También brilla en televisión, donde logra dos Emmy, el primero por Otra vuelta de tuerca (1959) según la novela corta de Henry James que tantas adaptaciones ha tenido en la gran pantalla y el último, a título póstumo, por Una mujer llamada Golda (1982), una miniserie sobre la vida de Golda Meir, la primera ministro israelí.
Víctima del cáncer de mama que le diagnosticaron en 1975, fallece en Chelsea el 29 de agosto, día de su 67 cumpleaños. Sus amigos le habían ofrecido una pequeña fiesta.
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