(2) LASA Y ZABALA, de Pablo Malo.

CRÍMENES DE ESTADO
El tercer largometraje de Pablo Malo, tras Frío sol de invierno (2004) y La sombra de nadie (2006), nos llega en forma de crónica policial y judicial sobre los GAL, una organización paramilitar de guardias civiles y políticos “justicieros” —activos durante el gobierno socialista— que actuaron al margen de la legalidad vigente y que secuestraron, torturaron, ejecutaron y enterraron en 1983 a J. Lasa y a J. Zabala, dos jóvenes abertzales refugiados en el sur de Francia, hasta que su fosa fue descubierta casualmente en 1995 en la provincia de Alicante. Tras largas y difíciles investigaciones, los condenados a elevadas penas de reclusión sólo llegaron a cumplir unos pocos años en la cárcel.
Sobre el País Vasco, sobre su conflicto político y sobre las actividades de ETA hay ya bastantes películas realizadas por el cine español, desde diversas perspectivas ideológicas y con desigual interés fílmico. Lasa y Zabala no aborda el tema de Euskadi desde una óptica política —como sí lo hacía el magnífico y polémico documental La pelota vasca de Julio Medem en 2003— sino que se trata de una reconstrucción de hechos, con inserción de flash-backs, con voluntad de objetividad, aunque aquí el terrorismo y los asesinatos de ETA se relatan verbalmente y de pasada mientras todo el peso testimonial y denunciatorio del film recae sobre esa parte de las fuerzas de seguridad que convirtió la justicia en unas cloacas del Estado de Derecho. Hay, pues, un palpable desequilibrio que vendría a compensar, hasta cierto punto, el enfoque contrario de películas como Yoyes (Helena Taberna, 1999) o GAL (Miguel Courtois, 2006).
Lasa y Zabala, un relato centrado en la resolución de una intriga y en el enjuiciamiento de unos hechos criminales, tiene como finalidad la reivindicación de la memoria histórica y la necesidad del diálogo y de la reconciliación para resolver al problema del independentismo vasco sin necesidad de recurrir a la violencia, ni a las bombas de unos ni a la represión incontrolada de otros.
Cierto es que el aparato policial del franquismo no fue desmontado en la Transición pero no es lo mismo la Dictadura que la Democracia ni el Centralismo que las Autonomías. Lasa y Zabala fija su atención preferente en las alcantarillas del españolismo más rancio, con un lenguaje de ficción que muestra sucesos reales con un estilo más propio del thriller que del documental reconstruido.
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